Entre la lógica y la imaginación

Pedro Armas
Pedro Armas EL DEBATE

OPINIÓN

17 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Según la lógica del refranero, los últimos serán los primeros, pero quien da primero da dos veces. Según la lógica de las primarias, el primero será el primero y el segundo será olvidado ipso facto. Convocadas las primarias del PSOE, Susana Díaz ha dado primero, mediante una demostración de poderío orgánico e institucional. Con la lógica del partido, los otros dos candidatos se habrían retirado a sus cuarteles de invierno. Con la lógica de las primarias, una demostración tan oficialista podría haberles reforzado. Los pesos pesados que arroparon a Susana siempre han predicado, con la boca pequeña, que el partido es de los militantes. En realidad, el partido no, pero las primarias sí. Un comité no, un congreso no, pero las primarias sí. La demostración de fuerza quizás tenga un efecto bumerán. No cabe una segunda, porque como decía Chamfort: «Lo único que impide a Dios mandar un segundo diluvio, es que el primero fue inútil». 

Las primarias no son más que un instrumento para poner ante los ciudadanos el mejor de los candidatos. Si el mejor para los militantes no es el mejor para los ciudadanos, el instrumento no sirve. Si es un primus inter pares al que no se le reconoce autoridad, las primarias se quedan en un experimento con gaseosa. Si las primarias son un fin en sí mismas, no son más que un proceso orgánico que desgasta al partido. Si el fin justifica los medios, se acaba justificando hasta la manipulación de los censos para ganarlas. Se corre el riesgo de caer en la lógica de los rendimientos decrecientes. Las primarias, que hubiesen sido una fortaleza, se convierten en una debilidad. Los ciudadanos no entienden de avalistas ni avalados. La percepción de los cargos del aparato no tiene por qué coincidir con la de los militantes de base, ni ambas con la de los ciudadanos. Si solo hubiese un candidato, los ciudadanos percibirían una ausencia de primarias; si hubiese dos candidatos, una división interna entre dos facciones irreconciliables; si hubiese tres candidatos, un oportunismo de la tercera vía; si hubiese cuatro candidatos, una hoguera de vanidades; si hubiese cinco candidatos, una jaula de grillos. A los ciudadanos les aburren las primarias, pero, eso sí, no perdonan al partido que hace de ellas su leit motiv y luego las desvirtúa.

Un partido no deja de ser un ecosistema. Como en la cadena trófica, las primarias son buenas para que haya transferencia de energía e ideas entre los miembros inferiores y los miembros superiores. La regulación del mecanismo exigiría un ajuste a escala de las primarias. Un ajuste que permita, por ejemplo, primarias abiertas en los procesos nacionales, primarias abiertas o cerradas en los procesos regionales y primaras cerradas en los procesos locales; lo que garantizaría la sostenibilidad del ecosistema, aunque no la representatividad perfecta. Tan importante como la estructura interna es la conexión del ecosistema con el entorno. Algo falla cuando los miembros dominantes, en vez de preocuparse por la sostenibilidad del ecosistema y la conexión exterior, se preocupan por su supervivencia personal o, lo que es peor, por eliminar la competencia de sus congéneres. Algo falla cuando las primarias derivan en el canibalismo.

La lógica dice que las primarias introducen más democracia en la democracia, que la implicación de los militantes en la toma de decisiones de su partido es un avance. Sin embargo, este avance ha sido aceptado a regañadientes por los cargos del aparato. En la lógica del partido, las llamadas a la unidad son, de hecho, llamadas al orden. En la lógica de las primarias, los militantes pueden votar antes de obedecer las órdenes. Hay muchos militantes que prueban con la lógica, pero resuelven con la intuición. Ya decía Alfred Hitchcock: «Más importante que la lógica es la imaginación».