Falta de coordinación entre servicios de prevención, indicaciones equivocadas que condujeron a la gente a la carretera de la muerte, medios insuficientes para hacer frente a un fuego de unas dimensiones tan descomunales. Son muchas las dudas que todavía quedan sobre el origen y las dantescas consecuencias del incendio forestal de Pedrógão Grande que se cobró la vida de más de 60 personas. Las autoridades lusas se habrían precipitado al anunciar en los momentos iniciales que el fuego tenía causas naturales (una tormenta seca) si, como afirmó el miércoles el jefe de los servicios contraincendios, hay detrás una mano criminal. También en las horas iniciales, y ante la inevitable comparación, la Xunta y asociaciones de propietarios de montes respondieron que sería muy difícil que aquí sucediese algo similar.
¿Por qué? Quizás exista aquí mayor experiencia de coordinación y extinción. Tampoco es descartable que las políticas de prevención funcionen mejor en Galicia que allá. Pero gente que viaja por Portugal y que conoce los montes gallegos se pregunta si el avance indiscriminado de especies de alta rentabilidad y la falta de rigor en la exigencia de limpieza de las fincas no nos coloca, a nosotros también, en zona de alto riesgo.
En abril, con unos cuantos días de buen tiempo y fuertes vientos, una pequeña pero intensa oleada de incendios puso en jaque a una docena de familias de la parroquia de Covas, en Ferrol. Tuvieron que abandonar sus casas y pasar la madrugada al raso y en vilo ante la amenaza de que las llamas los dejase sin nada. La maleza campaba en aquellos montes, quemados y repoblados varias veces. Pasto fácil para la mano criminal.