Amancio chuta y... ¡gol!

Rafael Arriaza
Rafael Arriaza EN VIVO

OPINIÓN

Blanco

03 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo una época -la del transistor, la tele en blanco y negro, los dos únicos canales de televisión y un solo partido retransmitido el fin de semana, aunque parezca increíble hoy en día- en que en España solo se conocía a un Amancio. Un coruñés -de Monte Alto, para más señas- que jugaba al fútbol y al que apodaban el Brujo porque se las liaba pardas a las defensas de los equipos a los que se enfrentaba, fuera en el Victoria, el Deportivo, el Real Madrid o la selección española. Según mi padre, que había tenido la suerte de conocerlos a ambos por razones de vecindad y porque en A Coruña entonces todo el mundo se conocía, Amancio era casi tan bueno como Luisito. De aquella época recuerdo haber escuchado muchas veces durante las retransmisiones una frase: «Amancio chuta y… ¡gol!».

Ahora, cuando alguien menciona el nombre de Amancio, a todos nos viene a la cabeza otro. Uno que no es futbolista, pero que -con mucha frecuencia- también chuta y mete gol. Es verdad que entonces los comentaristas eran mucho más parcos que ahora en sus expresiones y no tenían Twitter para amplificar sus comentarios, pero lo que nadie nos quitaba era el orgullo de que Amancio, un coruñés en Madrid, marcase aquellos tantos, aunque el gol no contuviese varias docenas de oes en su interior.

Después, Amancio se retiró y con el paso de los años, yo fui viajando, hablando con gentes y viendo mundo. Algo que, si atendemos a lo que decía Cervantes en una de sus novelas ejemplares, El coloquio de los perros (y no va con segundas, lo juro), debe volvernos discretos, puesto que nos enseña otras formas de actuar que, aún diferentes, no tienen por qué ser erróneas. Y en esas, en el primer hospital que visité -uno público en una ciudad del norte del Reino Unido-, me sorprendió ver que varias de sus salas, e incluso algunas de las camas, tenían una pequeña placa en la que se recordaba el nombre del benefactor que había hecho las donaciones que permitieron construir o dotar aquella instalación. Me explicaron que para ellos eso era normal, que gracias al mecenazgo y a las donaciones se logran grandes cosas en muchos países que admiro. Vi la lógica de su razonamiento y lo asumí así también. Lo he visto después en muchos lugares y en diferentes ámbitos: sanidad, deporte, educación, etcétera.

Antes daba la impresión de que si te bautizaban como Amancio nunca llegarías a nada grande, pero Amaro, el de Monte Alto, demostró con sus goles que eso no era cierto, y Ortega, el que acaba de meterle un gol por la escuadra al cáncer, lo refrenda. Y si alguien tiene dudas, que escuche cómo corean este gol los miles de pacientes que pueden beneficiarse de un tratamiento de última generación.

Hay varias entidades en España que tienen una serie de exenciones de impuestos si se dedican a labores sociales: las fundaciones, las oenegés y los partidos políticos. Sí, los partidos políticos. A pesar de su nombre, parece que los partidos nunca chutan a gol, no sé, o que sus seguidores son más fanáticos que el mayor hooligan, porque no se les oye nunca pedir que le anulen un gol a sus estrellas.