Sabemos que cada cierto tiempo ha habido una crisis. No hace falta ser economista, basta con repasar la historia reciente. Pero, además, en el caso de España, sabemos que cada nueva crisis nos dispara a una tasa de paro superior a la de los picos alcanzados en las precedentes desde 1980. Esto no sucede en gran parte de los países europeos, y desde luego no con tanta virulencia. ¿Entonces?
A cualquier chaval se le pregunta qué quiere ser de mayor. Sin embargo, nuestro país no sabe qué quiere ser para la siguiente generación, a 30 años vista. Nuestra política siempre es ir tirando. Flotar sin rumbo. ¿Qué pensaríamos de un joven que nos dijese que lo que quiere es ver qué sale? Desde luego que cualquiera puede errar, por mucha voluntad que tenga. Nadie controla el azar, ni todos los parámetros que influyen en nuestra vida, pero quien tiene un plan al menos se habrá esforzado y podrá reformarlo con la debida resiliencia.
Para la próxima crisis podremos pulverizar el récord de paro de la precedente, a menos que constatemos que padecemos una serie de problemas estructurales y endógenos para, inmediatamente, ponerles remedio con tesón y perseverancia. Hace poco, el presidente argentino se entrevistó con el emperador nipón. El argentino contó que el japonés se había quedado muy sorprendido de que Argentina fuese tan pobre. «Ellos tienen una islita, 70 % roca, 120 millones de personas y son una potencia mundial. ¿Cómo nosotros podemos tener un 30 % de pobreza siendo uno de los siete países más grandes del mundo, con recursos de todo tipo y con solamente 40 millones de habitantes? No entienden. Nadie entiende», resumió Macri. Algo parecido podría preguntarse España respecto de Austria o incluso de Francia.
Aquí todo lo queremos arreglar con politiquerías a corto plazo o repartir la escasez. Cada bando aspira a controlar lo que quede del desastre y a colocar a su mesnada. Desde el pollo de Antequera, Romero Robledo, poco hemos avanzado. Robledo era un cacique de caciques al servicio de Cánovas. «Colócanos a toos», era el grito de guerra en los mítines de la época. Y ahí seguimos, a grandes rasgos. Querido país sin relato, país sin ambición, país al pairo donde proliferan los egoísmos locales y cantonales, a falta de un proyecto al servicio de la permanente prosperidad y la fraternidad. ¿No habrá nadie que se pregunte qué hicieron los que estaban por detrás y nos han adelantado? Las naciones ricas en recursos terminan en la miseria a causa de su pésima gobernanza. Las menesterosas con determinación fomentan la excelencia científica no endogámica, la formación técnica allí donde mejor se imparta, la reinversión productiva. Más de un millón de pobres suecos se asentaron en Estados Unidos hacia finales del XIX. La católica y rural Baviera, incluso Irlanda a su estilo, dieron saltos de gigante en apenas una generación. Corea del Sur y Japón igual. El crecimiento financia la solidaridad. La rueda está inventada. Copiémosla.