Ponerse al aparato

Pedro Armas
Pedro Armas EN VIVO

OPINIÓN

26 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Algunos dudan si ponerse al aparato u oponerse al aparato. Ponerse al aparato, en la vida doméstica, es ponerse al teléfono. Ponerse al aparato, en la vida política, es ponerse a dirigir un partido. Oponerse al teléfono es resistirse al progreso, a riesgo de quedarse incomunicado. Oponerse al aparato político es resistirse al dirigismo, a riesgo de quedarse cual Pepito Grillo. No obstante, son tiempos en los que, gracias a las primarias, uno puede hacerse con el aparato oponiéndose al aparato. Ahora bien, los que ganan se oponen al aparato solo hasta que se ponen al aparato. ¿Qué es un partido más que un aparato? Un aparato para transformar la sociedad, pero un aparato al fin.

Andan los socialistas con sus primarias en cascada. Reforzado el líder nacional tras primarias, reforzándose el líder regional tras primarias, toca elegir los líderes provinciales en primarias. Cuanto menor es el censo de militantes, menos sentido tienen las primarias, aunque pocos las cuestionan, porque no es políticamente correcto. Unas primarias en las que voten millones de ciudadanos, militantes, simpatizantes y transeúntes pueden ser útiles para escoger a un líder con respaldo social. Pero no solo es cuestión de número. En la segunda vuelta de las primarias de los socialistas franceses votaron más de dos millones, de los cuales seis de cada diez apoyaron a Hamon, quien luego perdió estrepitosamente frente a Macron, que había sido compañero socialista, antes que centrista convencido y líder de masas reconocido. Ser líder orgánico no significa ser líder social. En elecciones primarias, a los militantes les interesa el proceso, porque se sienten protagonistas en las decisiones del partido. En elecciones generales, regionales o municipales, al votante le importa un rábano que un candidato haya sido elegido en primarias, secundarias o terciarias.

Unas primarias provinciales sirven para elegir líderes orgánicos. Dependiendo de cómo se planteen, pueden ser una fortaleza o una debilidad para el partido. Por ejemplo, a la secretaría provincial de los socialistas coruñeses optan siete precandidatos. Los propios ven en tal predisposición a trabajar en la vida orgánica una muestra de implicación y pluralidad. Los adversarios ven una jaula de grillos. La dirección se pone al aparato e intenta agrupar a seis contra uno, después de promover una reducción de avales que anima a presentarse. El precandidato con más fuerza orgánica intenta atraer a alguno de los seis a su causa. No hay disparidad ideológica, hay intereses diferentes, intereses particulares y partidistas. Uno se presenta como mirlo blanco de la militancia, otro como rebelde sin causa, uno es adalid del municipalismo, otro es la voz de la experiencia, uno sube un peldaño en su carrera política, otro refuerza su poder interno... Eso sí, ya que las primarias no son del aparato, sino de las bases, todos agitan la bandera de la renovación desde abajo. Alguno incluso se atreve con tímidos discursos contra el aparato, pero quiere formar parte del mismo. De una manera u otra, para la recogida de avales, la ronda de pactos, la oferta de inclusión en listas o la promesa de futuros cargos institucionales, el teléfono echa humo. Ya no es momento de oponerse al aparato, sino de ponerse al aparato.