Hay que reconocer que cuando se escucha a Iceta exponer sus argumentos es difícil no sentir una cierta empatía. Más por el cómo dice las cosas, que por las cosas que dice. Está claro que algunas de sus ideas fuerza, como el diálogo y la transversalidad, van acompañadas de una gestualidad agradable, de un tono moderado y afable y de incluso simpatía.
Dicen que luchó al máximo para conseguir que Puigdemont no declarara la independencia y que negoció con unos y otros «por el bien de Cataluña y de España». Incluso lloró de emoción cuando creyó haber logrado que se convocaran elecciones evitando así el 155.
Pero la empatía se acaba cuando de entre su transversalidad y bonhomía emerge su perversa idea de un Estado español invisible dentro de una Cataluña autosuficiente y privilegiada. La propuesta de condonar una gran parte de la deuda, unida a la recaudación de todos sus impuestos nos devuelve a un punto de partida clave en esta tragicomedia que es el conflicto catalán. Iceta, el bueno y transversal Iceta, quiere profundizar en la madre del cordero de todo cuanto está ocurriendo, la progresiva desaparición del Estado en el territorio catalán. Si hemos llegado hasta aquí ha sido por la dejación de funciones que en determinados territorios han venido haciendo los diferentes gobiernos españoles. Hasta el punto de haber conseguido que en la práctica el Estado haya casi desaparecido. El tiempo durante el que los nacionalistas tejieron con comodidad su red de exclusión de todo lo español les hizo fuertes y ambiciosos. Al fin y al cabo, si el Estado prácticamente no pinta nada, ¿por qué no nos desembarazamos de él por completo? Los independentistas nunca han temido perder cuotas de autogobierno porque han vivido en una realidad en la que siempre han ido a más. Se les ha intentado contentar como los padres satisfacen a un niño mimado al que no quieren enfrentarse ni poner en su sitio.
Y está claro que quien no necesita dedicar esfuerzos a defender lo que posee, se afana en conquistar lo que no tiene. Así ha sido siempre. Por ello resulta más que inquietante que del buenismo de Iceta emane la idea de que esto se arregla con profundizar en la desaparición del Estado en Cataluña y no por la vía contraria. ¿Cómo es posible que un constitucionalista adscrito a un partido histórico y socialista pretenda solucionar el problema aumentando a cuotas de locura la insolidaridad de Cataluña para con el resto de España?
Ojo, que estamos en un momento trascendental. O se toman medidas para evitar la desaparición del Estado allá donde gobiernan los nacionalistas o llegará un momento en el que de una manera natural, sin ruido, se hará efectiva la independencia porque de facto ya existirá. Alguien debería decirle a Iceta que el problema catalán no se arregla solo contentando a los catalanes y que, si quiere que se condone la deuda, ¿por qué no organizamos un referendo en toda España y que la gente vote si se les regala unos cuantos miles de millones? Yo votaría que no porque no me gusta que me roben.