El interminable conflicto de la federación abochorna al fútbol español. La imagen que se está transmitiendo con el Mundial de Rusia a las puertas es penosa y el desgobierno está afectando y mucho a una institución muy importante en España. Villar quiere volver; Larrea, el que fue su tesorero, se quiere quedar; seis presidentes de las federaciones territoriales están imputados, pero campan a sus anchas; Lete echa el resto para conseguir la repetición de las elecciones, pero se encuentra con la oposición de un Rubiales, que no quiere ni oír hablar de nuevas elecciones porque cree que «ahora o nunca».
Y es precisamente por su empeño en presidir el fútbol español que no es muy presentable el silencio de Rubiales alrededor del caso arquitecta. Por supuesto que merece todo el respeto y la presunción de inocencia. Al fin y al cabo, no ha trascendido apenas información sobre este asunto, salvo que fue denunciado por agresión a la arquitecta que dirigió la reforma de su casa.
Pero aquí hay dos cuestiones que hacen censurable su mutismo. Por un lado, Luis Rubiales quiere presidir la RFEF. Y esto es algo serio. Hablamos de más de ochocientas mil licencias y del deporte más seguido por los españoles. Hablamos de administrar un presupuesto superior a los 150 millones de euros. Y hablamos de representar a España.
Pero también nos encontramos ante un asunto de especial sensibilidad: la violencia. Por un lado, la violencia en el deporte. Y, por otro, la violencia contra las mujeres, una auténtica lacra en España.
Por ello es inadmisible que Rubiales calle. La federación que quiere presidir merece explicaciones. Y la opinión pública también. En un caso tan serio no es cuestión de decir que el que calla otorga, porque no son así las cosas necesariamente, pero sí podemos asegurar que su silencio es una falta de respeto al fútbol y a la sociedad en general, que se pregunta: ¿Por qué está callado Rubiales?