Las ínfulas bélicas de los neocón que controlan el Gobierno estadounidense, unidas al errático pensamiento de su presidente Trump y a los intereses económicos de las grandes empresas, conforman un cóctel intervencionista muy preocupante. Este cóctel lo alimenta la extraña necesidad ética de ser gendarmes del mundo. Pero lo más sorprendente en apariencia es que, en un nuevo acto de seguidismo, el Reino Unido y Francia se hayan sumado a la operación de este fin de semana. Digo en apariencia porque las antiguas potencias coloniales de Oriente Medio siguen moviéndose por oscuros intereses en esa zona.
Estados Unidos ya ha atacado de manera directa al régimen de Bachar al Asad en varias ocasiones. Las más relevantes en abril del año pasado y este fin de semana, en ambos casos como respuesta a presuntas agresiones químicas gubernamentales. De todos modos, hay cosas que no encajan. Pensemos en el último ataque. La razón oficial del mismo semeja un mero pretexto (que a lo mejor se lo cree Trump, ojo). Por un lado, si se atacaron realmente depósitos de armas químicas, ahora habría nubes contaminantes, que no las hay. Y por otro, llama demasiado la atención que el ataque se produzca justo antes de que los expertos de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) comenzaran sus trabajos para reunir pruebas del uso de armas químicas en Duma. Además, se insiste de forma intensa en que hay pruebas, pero no se muestran a la opinión pública, cuando ello puede hacerse sin delatar las fuentes de tales pruebas.
Por ello nos aventuramos a esgrimir la que entendemos ha sido la razón principal del air strike: enviar al eje chií iraní un mensaje político, más que militar, que sirva también para que Trump-May-Macron aligeren sus urgencias internas. No olvidemos que los intereses económicos que nos presiden hacen que Occidente tenga en Arabia Saudí un estrecho aliado. Conviene tranquilizar a los Saud ante los avances de Irán. El eje saudí ha encontrado un inesperado aliado en Israel, país democrático, archienemigo de los persas y con el gatillo más ligero que los estadounidenses. No parece que se vaya a aceptar una zona de control chií desde Teherán hasta el Mediterráneo. Esta es la razón principal por la que EE.?UU. apoya a los kurdos del noreste sirio (defendiéndolos incluso de los mercenarios del Grupo Wagner). Y por eso Estados Unidos no apoyó a los mismos kurdos del YPG en el noroeste (Afrín) ni trató de persuadir a su incómodo aliado turco de que no ocupara ese cantón.
En todo caso, no debemos equivocarnos en cuanto a la naturaleza del ataque. No es un ataque legítimo porque no estaba autorizado por las Naciones Unidas. El que diga lo contrario trata de manipular a la opinión pública.
Comenzamos con los neocón de USA, y acabamos con ellos. Su falta de formación les impide saber que Al Asad es la única garantía hoy en día de la libertad religiosa en Siria. ¿No es esta libertad uno de sus leitmotiv? Los patriarcas cristianos de la zona han condenado ayer de manera muy dura estos ataques aéreos, que envalentonan al yihadismo. ¿Será un sueño el fin de este conflicto?
José Julio Fernández Rodríguez es director del Centro de Estudios de Seguridad (Ceseg) de la USC