Perdió Guatemala y ganó Guatepeor. Así puede resumirse el resultado de las elecciones a la Federación Española de Fútbol que ayer se celebraron con la victoria de Luis Rubiales. Ganó por un cómodo margen, más que suficiente para que por fin se cierre este capítulo triste de la historia del fútbol español. Eso sí, con nuevas elecciones en el horizonte del 2020, lo que significa que el gallinero quizá siga revuelto.
En cualquier caso, después de casi treinta años de Villar en la RFEF, quien fue su delfín no hace mucho es quien llevará las riendas de una entidad apolillada que pide a gritos un revolcón.
No parecía Larrea la persona capaz de modernizar una sociedad con 150 millones de presupuesto, ni por capacidad, ni por vitalidad, ni por convicción. Pero sí poseía una virtud que le hacía menos malo que su contrincante. Larrea es un hombre tranquilo, sosegado y que no quiere líos. Por ello era probable que las relaciones de la RFEF con el resto de instituciones (Liga y CSD) serían normalizadas bajo su presidencia. Solo con esto, se habría producido un avance espectacular. Pero ha ganado el controvertido Rubiales y entramos en un terreno inquietante, con alguien instalado en el conflicto de forma permanente, ambicioso como pocos, excesivamente vehemente y que aunque promete transparencia, tiene tras de sí un pasado reciente bastante opaco. Nadie puede decir que no se lo ha trabajado. Precisamente ahí puede estar la clave de su victoria, en que su adversario se ha comportado como un candidato pusilánime mientras que él ha recorrido España entera y hablado con casi todos los asambleístas. Por algo le llamaban pundonor Rubiales cuando ejercía como futbolista del montón.
Mientras Larrea rumia la derrota y Rubiales saborea su victoria, Tebas se lame las heridas en la sede de la Liga. De alguna forma, es el gran perdedor de las elecciones dado que ofreció todo su apoyo al derrotado y se posicionó fuertemente contra el ganador. Los precedentes vaticinan enfrentamientos épicos entre el presidente de la federación y el del fútbol profesional. Una pena, salvo que el cargo produzca una transformación en el carácter de Rubiales con la que nadie cuenta. Parece mentira que después de 28 años de villarismo, las cosas puedan ir a peor.