La penúltima ocurrencia del aupado presidente del Gobierno es la de convertir el Valle de los Caídos en un cementerio civil. El concepto de cementerio civil surgió como contraposición al cementerio cristiano (católico).
En este lugar se entierran los creyentes y sus tumbas están presididas por la cruz de Cristo.
Los cementerios civiles se crearon como lugares destinados al enterramiento de suicidas, de no bautizados, de extranjeros y de no católicos.
En el cementerio civil de Madrid, están los restos de: los presidentes de la Primera República, el fundador del PSOE Pablo Iglesias, el urbanista Arturo Soria, el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, etcétera.
A partir de la Constitución de 1978, todos los cementerios son civiles y cualquier persona puede ser enterrada en ellos con independencia de su confesión religiosa.
Las tumbas llevarán la cruz en los católicos y no la llevarán en los no creyentes.
Si la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos llegase a convertirse en un cementerio civil, su gran cruz presidiría la tumba de todos los allí enterrados. En consecuencia, habría que desmontarla.
La cruz pertenece al Patrimonio Nacional. Tiene 150 metros de altura con brazos de 24 metros cada uno. En la base están los cuatro evangelistas. Pero la cruz no es desmontable y, por lo tanto, presidirá ese supuesto cementerio civil en franca contradicción con las características de ese campo-no santo.