Alcoa, desde su sede en Nueva York, acaba de decidir el cierre de sus fábricas de A Coruña y Avilés , algo ciertamente grave que rinde la capacidad industrial del país al agresivo mercado de China y Rusia, que introducen productos más baratos y competitivos aunque, sin duda, de menor calidad, según los expertos. El cierre constituye una solución drástica, que trae más precariedad a las ya resentidas economías gallega y asturiana, justo en un momento de crecimiento económico en todo el país.
Se sugiere que antes que cerrar, las administraciones publicas, en diálogo constante con los trabajadores y empresas auxiliares deberían introducir un proceso de «desinversión industrial», un modelo de gestión de crisis ya utilizado en otros casos amenazados por cierre, como el de Amorebieta o el de Alicante. Una desinversión ordenada que permita extraer el valor de los activos de Alcoa en A Coruña y Avilés, su inmovilizado, existencias e inmuebles, y que facilite a otros potenciales inversores identificar esta crisis como una oportunidad, y garantizar así una solución estable y sostenible para el tejido productivo. La solución pasa por saber utilizar este procedimiento para mejorar la estructura operativa, gestionar la complejidad con eficiencia, proponer alternativas para el territorio, diversificar sus activos, incorporar socios y promover la participación de más agentes sociales y económicos. Un procedimiento que defina los riesgos que pueden ser asumidos y descarte los activos menos rentables, frente al desastre social que significa el cierre. En definitiva, un enfoque estratégico que, además de salvaguardar temporalmente la actividad industrial del aluminio primario, permita mejorar las relaciones entre los agentes del sistema. Emprenderíamos un crecimiento más sostenible que será mejor aceptado, tanto por los trabajadores como por las administraciones afectadas. Está claro que el obstáculo principal no es el Gobierno, sino la falta de convencimiento de la compañía de que hay alternativas.