Ahí lo tenéis: Andalucía acaba de confirmar el nuevo mapa político español. La pugna ha dejado de reñirse entre los partidos Popular y Socialista y ha dejado paso a los bloques conservador y de izquierdas. Esas fueron las cuentas que dominaron la noche electoral. O gobierna la derecha o gobierna la izquierda y al final puede gobernar la derecha. Ese es el cambio, además de la aparición espectacular de Vox. El bipartidismo ha cambiado de componentes, como ya se había visto antes, y el papel de árbitros que obtienen Vox y la coalición Podemos-Izquierda Unida a nival nacional anuncia una radicalización de la vida política.
Dicho eso como primer asomo, los partidos tradicionales han recibido un aviso muy serio. Juntos han perdido un porcentaje de votos que es toda una censura social. Por separado, el PSOE ha sufrido un batacazo sin precedentes. Perder catorce escaños en Andalucía, su feudo tradicional, es un desastre para Susana Díaz, pero también para Pedro Sánchez. El PP, a su vez, aunque sigue como segunda fuerza regional y no sufrió el sorpasso de Ciudadanos, también sufrió una sangría e, igual que el PSOE, cosecha su peor resultado histórico. Una parte de ese resultado se lo tiene que atribuir Pablo Casado, que se entregó plenamente a la campaña electoral y era su primera prueba en las urnas como presidente del partido.
En cuanto a Vox, la pregunta es si viene para quedarse o lo de ayer fue una sonora excepción. El futuro, como decía el poeta, no está escrito. La sensibilidad de Andalucía ante la inmigración, una de las banderas de esta fuerza política, no es la misma que en Galicia, pongo por caso. Pero sí representa a una parte de la sociedad descontenta con la política general del país y, de forma concreta, con los viejos partidos. Y eso se va a notar, como se ha notado ya en el viraje del PP y de Ciudadanos, que han endurecido su mensaje. Incluso ante la inmigración. Su presencia no creo que sea un hecho puntual. Su próxima presencia será su participación, o no, en una coalición de derechas en Andalucía.
Y todo esto condiciona, y mucho, los proyectos electorales de Pedro Sánchez. Si esperaba al 2 de diciembre para medir la movilización del electorado socialista, la respuesta fue negativa. No solo no se votó de forma suficiente a su partido, sino que sus electores de siempre no acudieron a las urnas, como demuestra la abstención en los municipios que siempre votaban al PSOE. Nos espera un futuro apasionante. Con un Gobierno mordido en su prestigio y en su respaldo popular, todo horizonte es posible. Como pura intuición personal, no creo que Pedro Sánchez vaya a adelantar elecciones para perderlas. El suicidio político no está en su proyecto personal.
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