La segregación de los niños

Manuel Fernández Blanco PSICOANALISTA YPSICÓLOGO CLÍNICO

OPINIÓN

10 feb 2019 . Actualizado a las 07:51 h.

Al mismo tiempo que los niños son cada vez un bien más valorado, por escaso, en muchos lugares públicos su actividad, sus voces, su llanto, resultan cada vez más perturbadoras para algunas personas. Su presencia puede generar conflicto en hoteles, restaurantes, e incluso en los parques. El ejemplo más radical de esta tendencia, a la que los sociólogos ya llaman «niñofobia», puede ser la petición realizada al Ayuntamiento de Madrid para que solucionase el ruido del patio de un colegio. ¿Alguien se puede imaginar un recreo sin ruido? Sería una escena siniestra e inquietante.

Hasta no hace mucho tiempo, los diferentes espacios (incluido el hogar) se compartían entre las diversas generaciones. Actualmente, estamos construyendo la sociedad de la segregación generalizada: la sociedad de los mismos con los mismos. Este empuje a la segregación se deriva de lo intolerable del goce del otro, especialmente de que el otro se permita aquello a lo que yo tuve que renunciar. Y todos tuvimos que renunciar a las satisfacciones infantiles.

Freud aclaró que el atractivo de los niños reposa en gran parte en su narcisismo, en su actitud de satisfacerse a sí mismos y en su inaccesibilidad. Y que el adulto envidia en el niño la posibilidad de no renunciar a la satisfacción. Esta es la causa estructural del rechazo a los goces infantiles: reenvían al adulto a su propio sacrificio de lo infantil.

Pero al separar a los niños de los adultos, o al anestesiarlos con las pantallas para que no molesten, renunciamos a la intromisión necesaria del niño en el mundo del adulto, privándole del saber que tiene que obtener en la observación e intercambios con los adultos.

Asistimos a una paradoja. Nunca el mundo adulto quiso ser tan pedagógico y comprensivo con los niños. Nunca se puso tanto el acento en el diálogo, en hablar con los pequeños y en razonar con ellos. Al mismo tiempo, nunca se viró tan rápido, por parte de los adultos, de la comprensión al rechazo. Del niño idealizado al niño como molestia.

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