Archiconocida, y tarareada por millones de personas, nada mejor que la celebre aria de Rigoletto (La dona è mobile) para describir la posición que hoy mantiene Pedro Sánchez en materia de pactos de Gobierno. Giuseppe Verdi musicó un libreto de Francesco Maria Piave en el que se hablaba -eran aquellos otros tiempos- de la supuesta inconstancia del carácter femenino (La mujer es voluble).
Tras haber mostrado estos días su interés por llegar a un acuerdo con Ciudadanos después de las elecciones generales, los diversos portavoces del PSOE autorizados para hablar de política de pactos (Sánchez, Calvo, Ábalos o Lastra) no han dejado de subrayar, en todo caso, que su partido sigue abierto a reeditar el acuerdo con Podemos, PNV, Bildu y el secesionismo catalán que convirtió al actual líder socialista, moción de censura mediante, en presidente del Gobierno. Vamos, que si el 28 de abril sale con barbas, San Antón y, si no, la Purísima Concepción.
Eso es, al parecer, lo que quienes hoy mandan en el Partido Socialista entienden por situarse en una posición centrista: una abierta disposición a pactar tanto con quienes defienden la unidad España, el imperio de la ley, el sistema constitucional de 1978, una economía social de mercado y una sociedad de ciudadanos libres e iguales al margen de su lugar de nacimiento, como con quienes aspiran a todo lo contrario: a la generalización de la autodeterminación y el derecho a la secesión de todas las comunidades españolas, a la subordinación de la ley a las conveniencias de la política, a la destrucción del orden constitucional de 1978, a una economía intervenida por los intereses partidistas y, en fin, a una sociedad organizada sobre las identidades territoriales y lingüísticas.
El centro consistiría, en suma, según la fantástica versión del sanchismo asumida por un PSOE bonapartista construido a la medida de su líder, en la disposición a pactar con quien sea y lo que sea siempre y cuando los pactos aseguren a los socialistas lo único que les interesa de verdad -seguir en la Moncloa- según cabe deducir de las inmensas tragaderas de la dirigencia socialista.
Los partidos son más modernos cuanto menos fundamentalistas se presenten y cuanto más capaces se muestren a la hora de generar amplios acuerdos transversales que eviten una política de bloques destructora del consenso básico que permite a una sociedad reducir los conflictos que enturbian la convivencia política y social. Pero, instalada ya en España aquella política nefasta, la posición actual del Partido Socialista no es la de hacer lo posible para acabar con ella sino la de impulsarla a su favor, mostrándose dispuesto, al mismo tiempo, a pactar con cualquiera de los bloques enfrentados, aunque persigan fines abiertamente contradictorios entre sí. ¿Cree Sánchez en algo de verdad? Solo en una cosa: en que todo vale para llegar y mantenerse en el poder.