El lema de Sánchez no era solo para la campaña. El «Haz que pase» está pasando. Adiós, ética. Adiós, estética. El presidente actúa como si el 28A hubiese quedado atrás y lo que apuntan las encuestas lo hubieran dicho ya las urnas. ¿Y si no pasa? Pues que le quiten lo bailado. Con el Parlamento disuelto, Sánchez pacta con independentistas instrumentos legales para casos de extrema urgencia. ¿Es que alguien puede no considerar necesarias las ayudas a los desempleados de 52 años, o el aumento de permisos de paternidad? He aquí su coartada: lo hago por el pueblo. El todo por el interés general mirándose al espejo, o contemplando el colchón de la Moncloa, no es nuevo, pero Sánchez es alumno aventajado. El lema «Haz que pase» consistía, lo estamos viendo, en convertir la extrema necesidad de tantos españoles en instrumento de propaganda electoral. Con la ayuda de Otegui y Puigdemont. El alma, vendida a los diablos. Gracias a Sánchez, estos señores se van a sentir hoy importantes. Este «Haz que pase» es irresponsable. Jamás debería haber pasado.