Romance de las tres derechas

OPINIÓN

11 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Las tres derechas saben que se han equivocado en tres cosas: haber resucitado sus reinos de taifas cuando el PSOE empezaba a recuperar la parte de su electorado que se había desparramado en otras izquierdas; haberse precipitado a maximizar una oportunidad que -aventada por tres oportunistas- fue imprudentemente sobrevalorada; y apostar por una campaña anti-Sánchez, tan simplona y populachera, que convirtió al presidente más fulero de la democracia en una especie de Adenauer, empeñado en refundar el Estado y en librarnos de pipiolos.

Las encuestas -cuyo único valor es la recurrente idea de que gana el PSOE- ya habían convencido a Casado, Rivera y Abascal de que habían marrado, de forma severa, en tácticas y estrategias. Y esa es la razón por la que la bomba demoscópica que lanzó Tezanos el miércoles, dedicada a la gloria de su señor, introdujo el pánico en los electorados conservadores, que, convencidos de que el 28-A se juega la final de un largo campeonato, en la que los dos bandos han apostado -aut Caesar aut nihil- a todo o nada, tienen hoy la sensación de estar tocando la nada con la punta de los dedos.

El resultado electoral, en términos técnicos, sigue siendo incierto, por lo que resulta incomprensible la desmoralización que se vislumbra en los tres tenores. Y, en términos políticos, sigue siendo cierto que Sánchez es un pésimo gobernante, que, aferrado a la carambola que le dio el poder, tiene todos los números para generar un desgobierno que -ya sea desde la incoherencia PSOE/Ciudadanos, o desde la temeridad PSOE/Podemos- compromete seriamente el futuro del país. Pero tengo la sensación de que nada de esto le importa ya a un electorado que, obligado a escoger entre el bando de los toros y las recentralizaciones, o el bando de una utopía progresista, ideológicamente reblandecida y estratégicamente obligada a convivir con el peligro de la desintegración del país y el desajuste de las finanzas, puede optar, como siempre suele hacerlo, por huir hacia delante.

Lo malo es que, carentes de un discurso serio y coherente, y dependientes en todo de ocurrencias tan pijas como la de frenar la descentralización de las comunidades fieles y responsables para dar una respuesta simplista a la deslealtad catalana, las tres derechas apenas tienen margen para replantear sus estrategias de una forma clara y creíble, por lo que solo el miedo -o pavor- que despierta Sánchez en algunos sectores, les puede dar una victoria que en todo caso sería desilusionada y muy difícil de administrar.

Personalmente no sé -ni me importa- por qué se equivocaron Ribera y Abascal. Pero me da pena que Casado -que dista mucho de ser un don nadie, o de presidir un partido sin futuro- haya apostado todas sus cartas a una inmediata reconquista del poder perdido. Porque corre el riesgo de caer en la misma trampa de aceleraciones e improvisaciones que descarriló a Almunia, Borrell, Rubalcaba, Herrero de Miñón, Hernández Mancha y -para que ningún devoto me dispare de volea- a mí mismo.