Hay movimientos políticos que se mueren tan bien que no les basta con un entierro. Les hacen falta dos. Solo falta encontrar quién se encargue de las sepulturas. El domingo se produjo esa confluencia astral: la muerte y los sepultureros. Ahí los tienen, en esta imagen ya moribunda, de derecha a extrema derecha, García Egea, Casado y Suárez Illana, políticamente nefasta copia de su padre. Los genes acostumbran a jugar caprichosas partidas de dados. De aquellas históricas siglas, UCD, si en algo se parecía el PP a ella, en apenas quince días de delirante campaña decidieron retirarle nada menos que la U y nada menos que la C. Por los pelos apenas se quedaron con la D. Unión de Centro Democrático, 37 años después. Estos señores de negro o no supieron leer o no quisieron leer la reciente historia de España. O no supieron o no quisieron leer a los españoles. Y así que casi desde tiempos de los neandertales no se haya visto por aquí una derrota de tamañas proporciones.