Va a arrasar en la festividad del Orgullo Gay de este año. Se llama Gaysper y fue el emoji arco iris con el que Vox saludó la mañana electoral con su peculiar manera de crispar o dinamitar la campaña y de hacer que Sánchez sumase y sumase votos. Se veía a Aragorn con la bandera de España y su espada de guerra enfrentándose a un montón de orcos como en El señor de los anillos. Se leía Que comience la batalla por España.
Entre los orcos que iban hacia el guerrero de Vox estaban la hoz y el martillo, la bandera republicana, símbolos independentistas, logos de medios de comunicación (por supuesto, La Sexta) y el ya famoso fantasma gay, que será una estrella en el Orgullo.
Todo ese lenguaje bélico recaudó 2,5 millones de votos para Vox más que en 2016, pero también alzó a Sánchez y hundió al PP hasta convertir a Pablo Casado en Hernández Mancha.
Cuando Espinosa de los Monteros decía que le encantaba «el olor a pánico progre por las mañanas» en Ferraz hacían otra fiesta. Cada ataque de Vox eran puñados de voxtos para el PSOE hasta lograr esos dos millones más que en el 2016, algo solo visto por Tezanos y su vara de zahorí del miedo del CIS más polémico.
El terror a la ultraderecha hizo que los socialistas le birlasen más de un millón de votos a Podemos (había que unificar las fuerzas contra el mal alrededor del partido de izquierda más fuerte) y que encima se llevasen de regalo otros 700.000 de la elevada participación que espolearon estos señores a caballo. No hay sentimiento más humano que el miedo, y nada moviliza más que el sudor frío y las palpitaciones.
El destrozo de Santiago Abascal y cierra España fue doble. De la mano del matemático belga D’Hondt causó dolor con un tercer partido por la derecha para repartirse los restos, sobre todo en la España vaciada. Pero su mandoble maestro llegó por ese susto de una España rancia que nos quería traer el Nodo de vuelta. No fue el PSOE el único que vio disparados, nunca mejor dicho lo de disparado hablando de Vox, sus votos. También el universo independentista se forró. Eran a los indepes a quienes los guardaespaldas cachas que protegían a Abascal en sus apariciones proponían simbólicamente echar al Mediterráneo, al Cantábrico y al Atlántico para limpiar la tierra santa de la piel de toro. Así subió ERC, el PNV, Bildu y el BNG, aunque a nuestra Xoana de Arco, Ana Pontón, no le llegó por muy poco.
Pero no todo el mérito es de Vox, o solo de Vox. Sánchez (o sus asesores) tienen mucho que ver con agitar el terror y con quedarse la igualdad y al fantasma Gaysper. El 8M fue el primer gran mitin del PSOE. Pero hubo más. Sánchez hizo política antes y después de la moción. Gobernó cien días de campaña con mucha habilidad, con medidas efectistas que calaron. Prejuzgarlo y seguir insultándolo puede ser simplista y otro gran error de la derecha. Bien lo sabe Susana Díaz.