Menudo 2 de mayo en Madrid. Solo faltaron los fusilamientos al estilo del hombre que ocupó la Quinta del Sordo. En el PP, sordos los sigue habiendo, y muchos, después de tamaño naufragio. Bastó con escuchar a Aguirre en los festejos, mujer que, para la gente del PP, en un tiempo bastante lejano, casi de leyenda ya, hacía honor a su nombre, Esperanza. La ex presidenta en zapatillas de andar por casa, madre política de Santiago Abascal y Pablo Casado -no os peleéis niños, les riñó- echó fuego y hielo por la boca. Para algunos políticos, tener la fiesta en paz es usar bombas de racimo. Ayer se trataba de conmemorar el levantamiento contra los franceses en la villa hace más de dos siglos, pero la cosa casi se convierte en celebración de la moción de censura a Rajoy, entendemos que messie Rajoy para la ex lideresa. Aguirre ambicionó ser la señora de los siete reinos y ahora, como les pasa a tantos, su esperanza se reduce a dar lecciones, alguna conferencia y tres o cuatro titulares. En Juego de Tronos, podría interpretar, si de bilis hablamos, el papel de Cersei Lannister. Pero los dragones siempre fueron más cosa de Daenerys Targaryen. Entre otros títulos, la reina de los ándalos, los rhoynar y los primeros hombres es conocida como la que no arde. Aguirre -la realidad supera a cualquier ficción- se quemó en la hoguera de la corrupción rampante que dice que no vio y tenía, como poco, delante de los ojos. Y en la hoguera, claro, de sus propias vanidades.