La historia se repite una y otra vez. El miércoles mismo en el trágico accidente en el que tres chavales perdieron la vida en la AP-9 a su entrada en Vigo. No sé de quién es la responsabilidad, si de la Guardia Civil de Tráfico, del 061, del hospital o del juzgado. Pero alguien debe avisar a los padres de esos chicos. Y debe hacerlo con toda la delicadeza posible. No es concebible que unos progenitores anden peregrinando de un lado para otro sin que nadie les explique qué ha pasado, dónde se encuentra su hijo, cómo está. No es concebible que reciban de sopetón eso que César Vallejo calificó como golpes del odio de Dios. Las palabras que escuchen en ese determinado momento quedarán grabadas en su mente a cincel y martillo. No es concebible que no exista un protocolo de actuación.
Me dice un policía de tráfico de Madrid que ellos, cuando hay un accidente grave, se personan en el domicilio familiar. No es, me dice, que tengamos obligación. Se trata pura y simplemente de ética profesional y humanidad. La Asociación Stop Accidentes lleva haciendo campaña sobre este problema desde hace tiempo, insistiendo en que el cómo se comunique la noticia del fallecimiento de un hijo será determinante en la futura salud mental de sus padres. Es hora de que los organismos competentes (Interior, Sanidad...) se sienten con los actores intervinientes en un accidente de tráfico y acuerden ya un protocolo profesional. Para enterrar a los muertos cualquiera sirve, cualquiera, menos un sepulturero, escribió León Felipe.