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En estos días de vuelta al cole de los más pequeños, la sabiduría de esos grandes olvidados que son los maestros de primaria, acostumbrados a transaccionar hasta lo más mínimo con esos duros negociadores que son los niños de diez años, serviría de manual para cualquier interesado en desencallar de manera efectiva el bloqueo político que sufrimos los españoles desde el ya lejano 28 de abril y que amenaza con llevarnos a las urnas de nuevo el 10 de noviembre.
María, la profesora de Daniela, explicaba su plan de trabajo para el curso que acaba de arrancar y desvelaba uno de sus secretos. «Yo siempre que les digo a los niños que corrijan, que corrijan siempre. Del error se aprende mucho», explicaba con sencillez la maestra.
El ejemplo vale para casi cualquier persona. El refranero está lleno de advertencias. Pero esos políticos con recetas para resolverlo casi todo desde una poltrona -y dejarlo muchas veces peor de lo que se lo habían encontrado- parecen ser ajenos a la sabiduría popular. De hecho, nos encontramos a 18 de septiembre en el mismo punto que el pasado mes de noviembre. La incapacidad de las distintas formaciones para alcanzar acuerdos obligarán a los españoles a votar por cuarta vez en cinco años.
Las consecuencias, más allá del coste (unos veinte euros por persona, da igual mayor o menor de edad, más de 540 millones de euros para los que hay muchos otros usos más prioritarios) son tangibles: España está paralizada y esta ha sido la legislatura menos productiva de la democracia.
El demérito no es solo de Pedro Sánchez, cuyo no es no vale como comodín para todo lo que no sea ser elegido presidente del Gobierno. El problema viene de lejos. Mariano Rajoy dilapidó la última gran mayoría absoluta y, con ella, la oportunidad de afrontar reformas de calado en todos los ámbitos de la vida política, social y económica del país. Su reelección entre el 2015 y el 2016 dio paso a un Parlamento fragmentadísimo y lo que muchos veían como un ejemplo de madurez democrática -el fin del bipartidismo- se convirtió en una pesadilla.
El último gran acuerdo de los parlamentarios españoles fue para echar precisamente a Rajoy. El resumen es que España acumula cuatro años de parálisis y que, a pesar de lo que intenta enseñar la maestra María a sus alumnos, nuestros políticos prefieren emborronar los apuntes para seguir cometiendo los mismos errores que en el 2015, el 2016, el 2018 tras la moción de censura y ahora, desde el 28 de abril. Si su receta es pedir a los españoles que voten otra vez, quizá sea hora de que revisen sus apuntes. A lo mejor también les toca cambiar de candidatos.