Del funcionario siempre se sospecha en este país. Al funcionario se le maltrata muchas veces. Como en las empresas privadas, hay funcionarios excepcionales y los hay jetas. Ahora el Gobierno se ha cebado con los funcionarios que se han partido la cara. Es increíble el trato que han recibido los policías desplazados a Cataluña para jugarse la vida. Da igual el gobierno que esté al mando. Es una demostración de la situación de postración en la que está España. Lo peor es que de las urnas del 10-N ha salido la posibilidad de gobiernos todavía más débiles, asténicos y melifluos. Igual que Soraya había demostrado una inmensa ineficiencia metiendo a los antidisturbios en el lamentable y célebre barco de Piolín, objeto de chanzas, ahora Marlaska se ha cobrado su cena y su mojito del Válgame Dios con una espectacular comida y cena para los policías. Nada menos que una caja con un sandwich empaquetado y frío, un yogur, una bolsa de patatas fritas y una manzana. Impresionante. Una extraordinaria manera de motivar a unos policías que han estado y están en peligro. Tipos que son auténticos armarios y a quienes esa alimentación, después de jornadas agotadoras, no les llega ni para saciar el dedo meñique de un pie. Pero da igual. Marlaska seguirá a lo suyo, mientras Sánchez soñará con un Gobierno progresista y bonito, que dé bien en las fotos. Los que menos importan son los que de verdad sostienen a este país jugándose la vida, como el policía de Vigo.