Revolcón innecesario

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

24 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Oriol Junqueras tenía que haber gozado de inmunidad desde que fue elegido europarlamentario. Punto. Nada más. El dictamen del Tribunal de Justicia de la Unión Europea no dice que no cometiera los delitos por los que se juzgó, ni que el juicio no tuviese todas las garantías, ni proclama la independencia de Cataluña. Dice sencillamente que Junqueras tenía inmunidad durante cuatro meses y que permaneció encarcelado contra derecho. Y otra vez, punto.

Pero, aún situando el fallo en el lugar exacto, hay que aceptar que en solo un instante da un vuelco de consecuencias imprevisibles a la situación, al tiempo que la revolución de los señoritos de Cataluña obtiene una victoria política y anímica Y es que, tras varios varapalos, bien pudo evitarse este revolcón que pone a la justicia española en entredicho; al Supremo bajo sospecha, al juez Marchena como un incapaz y a nuestra calidad democrática por los suelos. Por enésima vez.

Van a ser duras, a cuenta del fallo, las acusaciones que vamos a escuchar en los próximos tiempos. Preparémonos para recibir lecciones de ética y buenos modales de Bélgica o Suiza. Y también de Corea del Norte y Tayikistán. Porque con esta Justicia nuestra de nada nos sirve estar entre las democracias plenas, por delante de Francia, Bélgica o Italia. Es lo mismo. Sobre nuestras cabezas caerán rayos y truenos porque las cosas se han hecho mal. Es probable que no se pudieron hacer peor.

Resulta difícil de explicarse cómo es posible que el Supremo desconozca la forma en la que se concede la inmunidad en Europa. Pudo preguntarlo. Ni cómo la obcecación de sus señorías les lleva a desconocer lo que sabemos todos; que el Tribunal de la UE está para garantizar que la justicia de sus socios se interprete y aplique de igual forma, asegurándose que todos cumplan con la legislación vigente. Lo peor del dictamen europeo es que asegura que nuestra Justicia se ha saltado las reglas de juego y la sitúa una vez más, y van un montón, al pie de los caballos. Y uno ya se ha cansado de que le saquen los colores por culpa de sus señorías. Por lo visto, no sirven para esta Europa. Ni nos las merecemos.