Las multitudinarias concentraciones celebradas en toda España para reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres, y el mayoritario apoyo de la sociedad a la equiparación en derechos y libertades de todos los ciudadanos, independientemente de su sexo, demuestran el extraordinario avance conseguido en nuestro país en lo que afecta al reconocimiento de las justas reivindicaciones del movimiento feminista. Aunque estamos todavía lejos de una igualdad real, ningún observador independiente ni ninguna estadística fiable cuestionan que España es uno de los mejores países del mundo para ser una mujer y uno de los más seguros e igualitarios del planeta. La autocomplacencia sería sin embargo un error tan grave como la exageración. Y por ello es necesario que, aunque la igualdad debe manifestarse con hechos cada día, el 8M siga siendo una jornada reivindicativa que alerte sobre el largo camino que queda todavía por recorrer.
Precisamente, por la imprescindible transversalidad necesaria para que la sociedad tome conciencia de forma unánime de que la mujer no puede ser discriminada en ningún ámbito, la celebración en España del Día Internacional de la Mujer deja algunas cuestiones inquietantes que afectan negativamente al movimiento feminista, cuyo mayor enemigo es la politización partidista o el intento de algunas fuerzas de monopolizar una reivindicación cuya mayor fortaleza es el hecho de que afecta a todas las mujeres, independientemente de su ideología o sus creencias. La primera de ellas es el hecho de que la manifestación de este 8 de marzo, al contrario de lo que sucedió en los años 2018 y 2019, no haya ido acompañada de una llamada a la huelga general de las mujeres con la que se intentó paralizar la actividad productiva en industrias cuya prosperidad es esencial para el progreso de todos ciudadanos, hombres o mujeres. No es casual en absoluto que la ausencia de una llamada al paro femenino se produzca precisamente cuando el populismo que alentó esa irresponsable llamada a la huelga ha entrado en el Gobierno. No se ha producido en los últimos meses ningún cambio en la situación de la mujer en España que justifique que lo que antes era motivo de paro masivo pase a ser solo movilización festiva. Algo que ofrece una peligrosa imagen de identificación de la reivindicación feminista con el interés de una fuerza política.
El otro baldón de la jornada fue que se repitiera el acoso a las representantes de fuerzas políticas que decidieron libremente participar en las convocatorias celebradas en Madrid. La unidad en la reivindicación de los derechos de la mujer no se conseguirá mientras determinados sectores se arroguen la potestad de decidir quién puede exigirlos y quién no. El fuerte descenso en el número de participantes este año y las críticas de referentes históricas del feminismo, a las que se les hace antipático y contraproducente ese feminismo exclusivo, deben ser motivo de reflexión para quienes instrumentalizan una causa justa que debe ser asumida por todos los ciudadanos. Hombres y mujeres. De izquierda y de derecha.