El pasado 2 de marzo la OCDE presentó las Perspectivas económicas provisionales destacando que el coronavirus COVID-19 presenta el mayor peligro para la economía mundial desde la crisis financiera. Aun en el escenario más optimista, se espera una pronunciada desaceleración del crecimiento mundial en el primer semestre del 2020, a medida que cadenas de suministro y productos básicos se ven afectados, el turismo baja y la confianza decae. Se prevé que el crecimiento económico mundial baje al 2,4 % para todo el 2020, en comparación con un ya débil 2,9 % en el 2019. Después se espera que aumente a un moderado 3,3 % en el 2021.
En caso de una tasa mayor de contagio a lo largo de la región Asia-Pacífico y las economías avanzadas, se podría reducir el crecimiento mundial a tan solo un 1,5 % este año, con lo que la proyección previa (noviembre del 2019) de la OCDE para el 2020 se rebajaría a la mitad. Las medidas de contención y la pérdida de confianza afectarían a la producción y el gasto, y llevarían a la recesión a algunos países.
En este escenario es preciso que los gobiernos actúen de inmediato para contener la epidemia, sustentar el sistema de atención a la salud, proteger a las personas, apuntalar la demanda y ofrecer un salvavidas financiero a las familias y las empresas que resulten más afectadas.
¿Es posible encontrar oportunidades en esta crisis? Una crisis global requiere una respuesta multilateral. En estos momentos en los que el multilateralismo se ve cuestionado es posible que el sentido de urgencia favorezca que se alcance de forma más rápida el consenso necesario para que las economías del G20 encabecen un marco coordinado a escala internacional para brindar apoyo en atención a la salud, en combinación con estímulos fiscales y monetarios coordinados para reconstruir la confianza.
Más allá de las medidas macroeconómicas, las restricciones a la movilidad están forzando a cambiar los hábitos laborales. La crisis ha impulsado el uso de esquemas de trabajo flexible y de teletrabajo, haciendo un mayor y mejor uso de las nuevas tecnologías. La reducción de los desplazamientos tiene efectos positivos en la contaminación. Asimismo, algunas empresas han visto el momento perfecto para probar innovaciones como vehículos autónomos de mensajería que minoran el riesgo de contaminación al reducir el contacto físico, sin desatender a las personas en cuarentena.
Decía Balzac que «en las grandes crisis el corazón se rompe o se curte». Esperemos que la acción coordinada y la responsabilidad individual y colectiva permitan minimizar los daños (humanos y económicos), y que el ingenio y la imaginación permitan descubrir nuevas oportunidades para mejorar la salud: física y económica.