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Criticar la gestión del Gobierno en esta terrible crisis, pedir la dimisión de Sánchez o la formación de un Ejecutivo de concentración es totalmente legítimo. Afortunadamente, tenemos un sistema democrático consolidado, en el que la libertad de expresión y el control al poder son premisas básicas. Pero calificar de «criminal» al Gobierno, como hace Vox, o hacerle responsable de los muertos, como Casado («cada retraso, mentira o error cuesta vidas»), supone traspasar las líneas rojas. El prestigioso diario liberal británico Financial Times ha mostrado su extrañeza por la forma de actuar de la oposición española, sin parangón en otras democracias, donde prima la unidad, si se exceptúa a la extrema derecha. Aquí no hay tregua ni con 12.000 muertos. El comportamiento de políticos como Martínez Almeida o Arrimadas demuestra que se puede actuar de otra manera sin dejar de ser críticos. Para analizar la gestión del Gobierno debería valorarse que se trata de una pandemia global, una obviedad que muchos ignoran interesadamente para centrarse solo en nuestro país. En segundo término, hay que saber en qué momento, con cuántos infectados y muertos, los gobiernos han tomado determinadas medidas. La conclusión es clara: visto a posteriori todos han llegado tarde. Ningún dirigente, ningún país, a excepción de Corea del Sur y alguno más, puede presumir de gestión al ver retrospectivamente lo que está pasando. ¿O es que Trump o Johnson, que han pasado del blanco al negro en cuestión de horas, lo han hecho mejor que aquí? Titubeos, rectificaciones, errores, falta de material sanitario, los ha habido en los países más poderosos del mundo. Nuestro Gobierno, como los demás, se ha visto sorprendido y desbordado por esta hecatombe.