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Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Mariscal | Efe

10 abr 2020 . Actualizado a las 16:00 h.

Una cierta decepción. Ese es el sabor de boca que deja el debate de ayer en el Congreso de los Diputados. La ocasión era importante, porque se trataba de convalidar la renovación del estado de alarma y las primeras medidas económicas y sociales. Pero el resultado mostró la política española tal como es: la unidad política, naufragada; las expectativas de un acuerdo nacional frente al desastre económico que viene, disminuidas; el bloque que llevó a Sánchez al poder, deteriorado; las aspiraciones independentistas, intactas a pesar de los problemas a que se enfrenta el país; las apelaciones a la lealtad, sin respuesta de los hechos. Se han salvado todos los decretos, pero el resultado de las votaciones dista mucho de mostrar una fortaleza parlamentaria suficiente frente a la gravedad de la situación y a las negras perspectivas de futuro.

Ahora falta por saber qué respuesta encontrará el presidente de todos los partidos -«todos» supongo que incluye a Vox y a Bildu- convocados a pactar, pero las posturas no anuncian nada bueno. El Partido Popular desconfía y tiene motivos para desconfiar. Los nacionalistas y los independentistas no se sienten implicados porque este no es su país y utilizan el espantajo de la recentralización. Y otras minorías no quieren salvarnos del desastre, porque eso sería consolidar lo que llaman régimen del 78 y la monarquía. Ya digo: un retrato bastante exacto y muy doloroso de la clase política de este país. Mucho esfuerzo de convicción tiene que hacer el señor Sánchez para liderar ningún acuerdo nacional y en parte por culpa suya, por no haber cultivado más el diálogo. Los polvos del desencuentro traen estos lodos de la confrontación.

Y a corto plazo, ya lo sabéis: dentro de quince días, otra petición de prórroga del estado de alarma. Nos pondremos en el 9 de mayo. Es decir, un mes más de confinamiento. Tendría que producirse un milagro de corte en seco de los contagios para que no se cumpla el vaticinio presidencial. Mientras siga muriendo la gente por centenares, por muchos indicios de mejora que haya, hay que seguir teniendo paralizado el país. Adiós a la desescalada que había anunciado la ministra portavoz. Los ciudadanos llevaremos esa limitación de derechos con la dignidad, la paciencia y las precauciones con que la hemos llevado hasta ahora. Pero un mes más de parálisis de la actividad económica, de sectores enteros que no fabrican ni venden, hace temer todavía más por el futuro de muchas empresas y de decenas o cientos de miles de trabajadores. Y los partidos que nos representan en el Congreso, enfrentados por sus cuestiones particulares y sus intereses de grupo… Es para ponerse a temblar. Mejor dicho: para no dejar de temblar.