Duelen las mocedades, Ulises

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Enric Fontcuberta

20 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En enero de 1980, la universidad compostelana nombró doctores honoris causa a Álvaro Cunqueiro, a Camilo José Cela y al filólogo alemán Joseph M. Piel. El acto se convirtió en una protesta estudiantil, con algún profesor intercalado, contra dos de los premiados. Algunos cronistas cuentan que no fue así. La protesta iba dirigida al rector, según sus relatos. Pero alguno que vivió aquel acontecimiento y ya no está, me dijo otra verdad. Soltaron tres gallinas en el paraninfo y arrojaron varios huevos al escenario manifestando su rencor contra Cunqueiro y Cela, fundamentalmente. Este era nuestro país entonces. No ha cambiado demasiado. Si se celebrase un acto similar distinguiendo a escritores políticamente incorrectos, no adeptos al pensamiento único, se repetiría la historia. Quizá cambiasen las gallinas por cuadrúpedos y los huevos por vegetales autóctonos, pero no mudaría la esencia. Este país comete el oprobio de detestar (o sublimar) por cuestiones de índole ideológica, nada más. Cunqueiro, Cela, Rosalía, Torrente y Valle Inclán son los escritores eximios que ha procreado Galicia: genios. La cultura «oficial» gallega hace años solo reconocía a una. Hoy, a ella y a don Álvaro. Cunqueiro, el mago, pariente de otro de los cuatro arriba citados. Lo escribe en Las mocedades de Ulises: «Según aseguró mi señor tío Don Ramón María del Valle Inclán, que lo vio en un espejismo». ¡Qué obra excelente, las mocedades! La he vuelto a leer, solo por saber si Ulises, cuando era joven, se parecía a los jóvenes de ahora. Quizá la mayoría no hayan leído el libro. Debieran hacerlo. Solo leyendo llegaremos a ser algo diferente a lo que somos: un país condenado a tirarse piedras a sí mismo, repetidamente.

En la novela el autor afirma: «La verdadera conversación humana se aprende en la tragedia», que es una forma de decir que en el dolor somos más nosotros y menos los demás. Es bueno recordarlo en esta sociedad en la que todo se confunde. Vivimos las vidas que no nos pertenecen a través de las redes sociales. Los modelos no son los óptimos. Yo prefiero a alguno de los personajes de Las mocedades de Ulises. Un índice onomástico cierra el volumen. Del protagonista, escuetamente, se dice: «El hijo de Laertes. Lo aprendió todo, menos a esperar». Y ahí quería llegar yo, a la espera. Los jóvenes no han sabido esperar. No son ejemplares en sus comportamientos en esta pandemia. Sus fiestas sin protección, hieren. Me voy a hablar con Odiseo y decírselo: duelen las mocedades, Ulises.