Quizá sea un iluso, pero este año, en vez de anotar las atípicas fiestas navideñas del reencuentro familiar, he subrayado en la agenda la fecha del 29 de diciembre. Ese día, la Agencia Europea del Medicamento dará luz verde a la primera vacuna contra el covid. Y el mismo día, el Congreso de los Diputados aprobará definitivamente los Presupuestos del Estado. Si todo transcurre según lo previsto, las dos campañas de vacunación comenzarán en enero: una inyección para cerrar el paso al virus y otra para reanimar la postrada economía.
Las dos vacunas necesitan el certificado de la Unión Europea que garantice su seguridad y eficacia. Los Presupuestos ya lo han obtenido: Bruselas avala el proyecto. Considera que se ajusta a las directrices para enfrentarse a la pandemia económica: barra libre de gasto para rescatar o proteger a trabajadores y empresas. Aunque también abre la posibilidad de que su impacto sea menor del esperado, es decir, suscita la duda que nos embarga a todos: ¿serán las vacunas tan eficaces como dicen los laboratorios de Pfizer o la Moncloa? La segunda posdata de Bruselas se refiere a sus efectos secundarios a medio y largo plazo. Los provocados por la vacuna farmacéutica constituyen una incógnita. Los de la vacuna económica son perfectamente conocidos: el déficit y la deuda ascenderán a los cielos. Por eso Bruselas, al tiempo que abre la barra, nos recuerda el consejo de la directora del FMI: «Gasten cuanto puedan, pero guarden los recibos». Las vacunas -no la fiesta, como proclaman los paladines de la austeridad- habrá que pagarlas algún día.
Frente a la puerta de esperanza que se abre el día 29, se alza el movimiento antivacuna económica. Los que rechazan sistemáticamente los Presupuestos, no por su contenido, sino por ser de quien vienen. El papel antivacuna lo desempeñaron tradicionalmente el PP o el PSOE, cada vez que uno de ellos ocupó la oposición. Nunca el PP apoyó las cuentas del PSOE y viceversa. En realidad hubo una excepción que confirma la regla: el rocambolesco periplo de los Presupuestos de Montoro que, después de la moción de censura, concitaron el apoyo de quienes los rechazaban (socialistas) y de quienes los elaboraron (populares). Pero esa excepción demuestra precisamente que nunca, ni ayer al PP y al PSOE ni hoy a la derecha, les preocupó seriamente la seguridad y eficacia de la vacuna presupuestaria. Simplemente se dedicaron a repetir clichés y buscar argumentos para justificar un rechazo a las cuentas decidido de antemano.
Podría elegir docenas de frases escuchadas estos días para ilustrarlo. Espigo una al azar, pronunciada por Pablo Casado: «Los Presupuestos llevan el sello de Bildu». Reviso el proyecto y no encuentro la maldita marca.
-Usted no se haga el tonto, ¿acaso no sabe que los herederos de ETA respaldan las cuentas?
Ah, era eso. Entonces debo conseguir la nómina de científicos que investigan en Pfizer o en Moderna. No sea el diablo que haya entre ellos ex etarras infiltrados, con lo cual la vacuna quedaría invalidada per se.