En el centenario de Emilia Pardo Bazán

José María Paz Gago TRIBUNA

OPINIÓN

Cabalar

08 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocas ciudades del mundo tienen el privilegio de poder celebrar el centenario de una gran mujer, una escritora que se abrió camino en un mundo literario dominado por hombres, feminista y defensora de la igualdad, figura fundamental de la España de la Restauración.

Esta celebración llega en momentos duros de pandemia como los últimos años de su propia vida y, de hecho, Pardo Bazán falleció víctima de un virus muy agresivo. Probablemente una derivación postpandémica de la gripe de 1918 le provocó una gravísima afección gripal, que le afectó al cerebro dejándola sin habla y precipitando su muerte, el 12 de mayo de 1921.

Algunos de los anhelos de doña Emilia se cumplen un siglo después de su muerte: qué satisfacción tendría la autora de La Tribuna al ver a una mujer al frente del gobierno municipal de su querida ciudad, a la que inmortalizó con un topónimo de su invención tan evocador como Marineda, hoy incorporado al imaginario colectivo.

Seis de sus novelas y algunos cuentos están ambientados en esa ciudad de fantasía realista que toma su nombre de la Pescadería, La Marina, a la que se refiere ya la escritora en un artículo publicado en El Heraldo Gallego en 1878: «Compónela un elemento ya transformado que es el que su nombre indica, el marinero». Diez años más tarde, al describir Marineda dice del barrio portuario: «Como lo indica su nombre, hijo del mar».

En un mundo que invisibilizaba a la mujer creadora, Pardo Bazán supo imponer su personalidad arrolladora y sin complejos en lo literario, en lo social y en lo personal. Mujer libre e inclasificable, rompió moldes para representar como nadie a la mujer empoderada. A petición de la revista londinense Fortnightly Review, escribió en 1889 su ensayo La mujer española, en la que pasa revista a la mujer de las diferentes clases sociales: salen mal paradas las aristócratas -de la mismísima reina Isabel II llega a decir que carece de cultura e instrucción- y las de clase media. Para ella, la mujer moderna es la trabajadora catalana porque tiene conciencia de su trabajo y de su independencia conseguida a través de él.

Al días siguiente de su muerte, La Voz publicaba una necrológica que no ha perdido actualidad: «Hay que hacer que perdure ante las generaciones que suceden a la actual, no ya el nombre de la eximia escritora, porque sus obras bastan a librarla del silencio y del olvido, sino el alto concepto en que La Coruña de hoy tenía su gran talento». Nuestra alcaldesa tiene la oportunidad histórica de liderar el gran homenaje cívico, intelectual y también popular que la ciudad debe tributar a una mujer tan grande, tan valiente y tan representativa de los valores de Marineda.