Para vacunar a millones de personas, y la mayor parte con doble dosis, se necesita una maquinaria descomunal y bien engrasada. Muchos gallegos que no pudieron acudir a su cita por diferentes motivos (como errores en los datos, viajes de trabajo o despistes) sintieron el temor de que, una vez perdido su turno, el gigante podría pasarles por encima. Decenas de ellos comunicaron su inquietud a La Voz, buscando un plazo, una fecha aproximada a la que poder agarrarse. En la Xunta han escuchado y han ampliado el cupo para inmunizar a los que estaban pendientes de la repesca. Es imposible que todo salga a la perfección en ese organismo complejo que hace que funcione la vacunación masiva. Pero las autoridades tienen la obligación de reconocer las grietas y taparlas, de reconducir ciertas rutinas a medida que cambia el escenario. Nadie puede quedarse atrás, excepto aquellos que insisten en rechazar voluntariamente la inmunización, esos mismos que se empeñan en comprar más rifas para acabar en las ucis y complicarle la vida a los demás. La autocita, la posibilidad de que se puedan seleccionar fechas en verano, es otra herramienta para facilitar que la inmunización siga llegando a la mayor parte de los ciudadanos también en vacaciones. Otro cuento es la opción de vacunarse en el lugar de veraneo y abrirle la puerta al caos, provocando que gripe un motor que está a pleno rendimiento en las comunidades para que ciudades como Madrid no tengan a nadie pendiente del pinchazo en agosto y las zonas turísticas acaben doblemente saturadas. Se trata de dar pasos, no de empezar viajes a ninguna parte.