Como enfilamos ya la última semana de agosto, es buen momento para un primer balance de lo que ha supuesto el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez respecto al anterior. No cabe conceder cien días de gracia, porque eso solo se contempla para un Ejecutivo que estrena el poder. Este mes de agosto ha sido precisamente una buena piedra de toque para medir las capacidades e incluso la potencialidad del nuevo equipo. Y ese balance es decepcionante, pese a la ilusión con la que algunos recibieron al renovado Gabinete, hasta el punto de que cabe ya decir que no solo no supera al anterior, sino que ofrece claros síntomas de estar por debajo.
La mayor decepción es seguramente aquello que en un primer momento fue saludado como lo mejor del nuevo equipo. Se suponía que este Gobierno iba a comunicar mejor que el otro. Con más transparencia y más cercanía a la calle. Y, sin embargo, la falta absoluta de presencia publica de la nueva portavoz del Ejecutivo en una crisis internacional tan grave como la que se ha desarrollado en Afganistán evidencia las carencias de la sustituta de María Jesús Montero, Isabel Rodríguez, a la que probablemente la inseguridad en sus nuevas responsabilidades le ha llevado a eludir cualquier protagonismo público en esta coyuntura.
El clamoroso silencio de quien debe ser la voz del Gobierno no ha hecho sino ampliar el desastre en materia de imagen y comunicación que supuso el hecho de que Pedro Sánchez permaneciera aislado y ocioso en el palacio de La Mareta, en Lanzarote, mientras todos los líderes europeos abandonaban su descanso para reunir a sus gabinetes de crisis y comparecer oficialmente. En solo un mes sabemos ya que Oscar López no es Iván Redondo, ni mucho menos. Con el anterior asesor y gurú de la Moncloa, tan pendiente siempre de los detalles, jamás se habría producido el ridículo de que Moncloa difundiera una imagen del presidente del Gobierno en alpargatas representando en un cochambroso escenario improvisado en La Mareta una reunión telemática con los ministros de Defensa y Exteriores. Hemos pasado de las fotos del Falcon a lo Kennedy a un Sánchez de trapillo y en babuchas. Y tampoco Félix Bolaños es Carmen Calvo. Aunque solo sea por veteranía, la ex vicepresidenta primera tenía ganado al menos el respeto y la autoridad a ojos de sus compañeros socialistas. El nuevo titular de Presidencia tiene probablemente lo primero, pero no lo segundo.
Y tampoco ha sido capaz este nuevo Ejecutivo, liberado de sus aristas más amargas, con José Luis Ábalos a la cabeza, de mejorar la cohesión de la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, pese a la fuga de Pablo Iglesias. Los morados han elevado, al contrario, el nivel y el volumen de sus críticas a sus socios de Gobierno en asuntos como la factura de la luz o la devolución a Marruecos de menores no acompañados, sin que haya apenas réplica o desautorización. A Sánchez le aguarda un complicado calendario en el inicio del nuevo curso político. Y, por lo visto hasta ahora, su nuevo equipo no le va a ayudar más que el anterior.