«No debemos seguir en un edificio cuya reforma se está investigando esta misma semana en los tribunales». Corría el mes de febrero del 2021 y, en un ataque de pánico ante lo que era solo uno más de los muchos juicios que le aguardan al PP por presuntos casos de corrupción de etapas anteriores, el líder popular, Pablo Casado, anunciaba que el partido salía por piernas del inmueble que alberga su sede nacional desde 1983. Su número dos, Teodoro García Egea, precisó incluso que la cosa era inminente y ya se habían iniciado los trámites. Cosa de dos meses. Pero, pasado el susto, se olvidaron de la cuestión. Nada se volvió a hablar sobre este asunto. Y ahora, ocho meses después, cuando el tema parecía ya superado, es el propio PP el que vuelve a meter ese vidrioso asunto en la agenda política, anunciando que ha elegido a la consultora Colliers para que le asesore en una mudanza en la que en realidad nadie está ya interesado y que, obviamente, en ningún caso se va a producir -si es que llega a consumarse- antes de las próximas elecciones generales.
Asegura Esperanza Aguirre que Génova está lleno de «niñatos» y «chiquilicuatres». No me atrevería yo a calificarlos de ese modo, pero genios de la estrategia política desde luego no son. Con el país en plena efervescencia política -congreso del PSOE, Yolanda Díaz reinventando Podemos, Vox volviendo al guerracivilismo para fijar a sus bases-, y con asuntos capitales en el debate público, el apasionante dilema que nos plantean Casado y los suyos es otra vez si se quedan en Chamberí o se mudan al barrio de Salamanca. El disparatado episodio ejemplifica que si el PP está ahora el primero en los sondeos -excepto en el universo paralelo de Tezanos- no es por sus méritos políticos o estratégicos ni por sus grandes propuestas. De hecho, podría decirse que lo suyo sí que han sido «beneficios caídos del cielo», ya que el claro rumbo hacia el fracaso que llevaba Casado no lo corrigió ningún avezado piloto popular, sino el grave error estratégico del PSOE en Murcia -por el que Ábalos pena ahora en escaño de segunda clase- y la onda expansiva que llegó después hasta Madrid.
A este PP le sobra testosterona, improvisación y trazo grueso como el «España está en quiebra». Le falta finezza, luces largas en las cuestiones de Estado y, sobre todo, coherencia. Otra vez con que nos vamos de la sede de Génova porque da yuyu, pero Aznar y Rajoy dan lecciones en la convención nacional. ¿En qué quedamos? Andan tan distraídos en el PP recreándose en las encuestas y vendiendo la piel del oso antes de cazarlo, que lo mismo te dicen un día que están en modo electoral porque Sánchez va a adelantar ya las elecciones, que te aseguran que no hay prisa porque el muy ladino va a alargar la legislatura hasta el 2024 para aprovechar el tirón de la presidencia europea que España asumirá en el segundo semestre del 2023. Señor Casado, ¡a las cosas!, que decía Ortega, y no a los futuribles, la mudanza, los líos internos o el titular fácil que se muere en el periódico de mañana.