Historia crítica de los Reyes Magos

OPINIÓN

MONICA IRAGO

06 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En mi última lectura de la Ilíada, hecha con la parsimonia de la jubilación, percibí dos cosas que nunca había visto tan claras: que la obra de Homero es una descripción intensamente religiosa de la historia, como puede serlo la Biblia; y que, en medio de una cultura tan racionalista como fue la Grecia clásica, los sabios que sembraron la primera semilla de la cultura occidental resolvieron la aparente contradicción entre la fe y la razón, humanizando a los dioses y semidioses hasta convertirlos en actores directos de la historia del mundo.

Para entender esta síntesis explicativa del mundo, recordé la teoría de Werner Jaeger según la cual los griegos, puestos ante el dilema de optar por las leyes trascendentes que determinan el destino del mundo, o por el raciocinio antropológico que nunca supera la distancia que hay entre la nada y el ser, prefirieron humanizar a los dioses antes que apartarse de ellos. Y lo que ahora acabo de concluir es que la síntesis de Jaeger, que en mis tiempos de estudiante me parecía una hermosa genialidad propia de los griegos, es en realidad un problema común a las religiones monoteístas y politeístas, cuya solución suele ser esa síntesis antropológica y teológica que se logra haciendo bajar a los dioses a la tierra.

El cristianismo nació así, humanizando a Cristo en el relato de Belén, y construyendo una síntesis muy funcional entre el determinismo bíblico y la creciente y objetiva racionalidad de la cosmología actual. Por eso se me ocurre decir que el exceso de humanización que supuso la encarnación del Dios todopoderoso y eterno en un bebé pobre y llorón, que solo los pastores de Belén reconocieron como Dios, tuvo que ser equilibrado por la Epifanía —la fiesta que celebramos hoy— para hacer patente la plena implicación de Dios en la historia del mundo. La idea, heredera en parte de la cultura clásica, se le ocurrió al evangelista Mateo muchos siglos ante de que Jaeger la descubriese en la teodicea griega. Y por eso la Iglesia aprovechó las dos líneas que escribió Mateo sobre el asunto para conformar un relato de los Reyes Magos humano, amable, positivo y de sencillez creíble, que no necesita ninguna ayuda para ser asumida y aprovechada —como relato o como historia— por todas las personas de buena voluntad.

Por eso la historia de los Reyes Magos perdura, se representa, se enriquece y es participable por todos los que buscan la síntesis explicativa, que se logra por dos vías: haciendo que Dios baje a la tierra para trabajar el sentido de la trascendencia con el que todos nos encontramos alguna vez, o elevando al hombre por encima de su definición aristotélica de animal inteligente y socializado. Por eso vienen cada año los Reyes Magos. Porque, aunque los niños dudan de su existencia desde la más tierna edad, somos los que cumplimos décadas en vez de años —es decir, los padres y los abuelos— los que no podemos prescindir de esta visita anual que las sociedades laicas están elevando, sin saber por qué, a su máxima expresión.