Como España es así, a una semana de que se debata en el Congreso nada menos que la reforma laboral no sabemos qué es lo que se someterá a votación ni qué va a votar cada partido. Es imposible predecir el final de la partida porque todos van de farol. Pero conviene acotar los posibles escenarios para no perderse luego en el análisis del resultado. Básicamente, hay tres finales posibles. Uno, que el Gobierno consiga que sus socios de investidura le aprueben la reforma sin tocar una coma. Dos, que salga adelante, también sin cambios, pero con el apoyo de Ciudadanos y una constelación de pequeños partidos. Tres, que se apruebe con la mayoría de investidura, pero cambiando lo pactado con patronal y sindicatos. Y cuatro, que el Gobierno pierda la votación y la reforma decaiga. O sea, tres bodas y un funeral.
Analicemos las consecuencias de cada caso. Si el Ejecutivo gana el órdago y ERC, PNV y EH Bildu pasan por el aro de aprobarle una reforma laboral que es en realidad la del PP con dos huevos duros, Sánchez y Yolanda Díaz salen reforzados porque demuestran que tienen a los independentistas dominados y que estos ladran, pero no muerden, porque prefieren Sánchez en mano que Casado volando.
Si es Ciudadanos quien le salva la papeleta a la coalición, al margen de acelerarse su desaparición como partido, Yolanda Díaz tiene un problema muy serio para explicar que su reforma «chulísima» es súper de izquierdas cuando es aprobada gracias al que en el lenguaje podemita es «el partido del Ibex 35». Y Casado lo tendría muy negro para explicar su foto en el no junto a ERC, PNV y EH Bildu, que se vengarían del Gobierno con alguna trastada en próximas votaciones. Pero el gran beneficiado sería Sánchez, que además de lograr su objetivo se podría poner la capa de moderado, transversal y centrista para las generales.
Si el Gobierno se pliega ante ERC, PNV, EH Bildu y aprueba el decreto desvirtuando lo pactado, tramitándolo como proyecto de ley y haciendo prevalecer de alguna forma los convenios autonómicos sobre los estatales, más allá de perder el consenso social que exige Bruselas, dado que la CEOE se descolgaría, se evidenciaría que Sánchez es reo del independentismo, que tras ese triunfo podrá exigirle ya cualquier cosa. Desde una consulta en Cataluña hasta liberar a esos 200 presos etarras que Otegi considera suyos.
Y si —lo más improbable— el Gobierno acaba por no decidirse, como el asno de Buridán, pierde la votación y la reforma decae, la legislatura se podría dar por acabada y Sánchez debería convocar elecciones, no necesariamente con malas perspectivas. Siempre le queda el recurso de decir: «Es que los independentistas no me dejan gobernar y la derecha irresponsable no me apoya ni cuando hago lo que dicen los empresarios».
Esto es lo que hay. Lo demás es puro teatro. Tranquilos, que no me voy sin mojarme. ¿Que cuál de las cuatro opciones considero más probable? Conociendo a Sánchez, la tres. Pero sin descartar la dos. Es decir, que con él es posible todo y lo contrario de todo. Como en Italia.