La hora más difícil de Núñez Feijoo

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

21 feb 2022 . Actualizado a las 18:59 h.

Pablo Casado cometió tres errores de principiante. El primero fue confundir la carrera política con la electoral, lo que lo llevó a fijar la vista en las elecciones de 2023-24 y supeditar a ellas todas las estrategias y todas las decisiones. El segundo fue creer que para llegar a la meta basta con no cometer errores, porque en política no hay mayor error que la indecisión, ni mayor riesgo que el de dejar que una camarilla inexperta te aísle de la realidad. Y el tercero fue la rabiosa y mal medida reacción contra Díaz Ayuso, cuyo resultado fue, dentro de la militancia del PP, la consagración de Ayuso como una dirigente de mano fuerte e ideas claras, mientras se extienden las concentraciones de militantes populares que piden la dimisión de Casado.

El desastre no puede ser mayor, ya que Casado sale destrozado en el primer asalto; Ayuso sale vencedora, pero duramente castigada por las marrullerías de Génova 13; y el PP ha perdido muchas de las ventajas que había adquirido, sin mérito alguno, gracias a la zigzagueante trayectoria de Sánchez y de su atrabiliaria mayoría. De todo lo cual se deduce que el PP necesita una fulgurante refundación, que difícilmente se va a lograr sin algunas relevantes dimisiones, y sin encontrar un liderazgo que nos haga olvidar cuanto antes la debilidad y la complacencia en las que Casado se rebozó.

Por eso se registra hoy una gran mayoría de militantes del PP, y también de sus adversarios, que están pendientes de Núñez Feijoo, al que consideran el único dirigente de toda España que puede poner orden en la jaula, cambiar en poco tiempo la deteriorada imagen del PP, y llegar a las próximas generales con grandes posibilidades de desbancar a Pedro Sánchez. Y espero no tener que demostrarles que, entre los que piensan así, me encuentro yo, que tantas veces he reconocido la buena y plácida singladura que hicimos los gallegos en dos crisis profundas y encadenadas.

Pero esta operación puede resultar tan obvia como compleja. Porque, para culminarla con éxito, hay que pedirle a Núñez Feijoo que renuncie a su espacio de confort y a su solar tranquilo, para asumir la dirección de una gran batalla. Hay que garantizar que el camino hacia el liderazgo del PP no destape competiciones ocultas que conviertan el rescate requerido en un doloroso calvario. Hay que evitar que la salida de Feijoo tenga el indeseable efecto de desvestir un santo para vestir otro. Y hay que asegurarse de que los grandes temas que el PP no abordó en los últimos años no caigan ahora, como si estuviésemos vaciando una saca de Correos, sobre el escritorio del nuevo líder. Porque el éxito del enorme compromiso que le estamos exigiendo a Feijoo no depende solo de él, sino de una militancia que, acostumbrada a crisis e improvisaciones, tiene que despejarle los caminos que ha de recorrer, sin poner sobre la mesa ningún problema que pueda resolverse después del 2023. Porque Feijoo no puede ir allí para demostrar oportunismo y osadía, sino generosidad y patriotismo.