La duda ofende. Alejandro Sanz. No tengo el corazón partío ante el dilema que se presenta en una ciudad tan sanjuanera como A Coruña el jueves por la noche. Prefiero un Coliseum abarrotado para escuchar y vibrar con el genio del pop español que sufrir la estampida que se va a vivir en la noche meiga en las playas y plazas de Galicia con la vuelta de la cita con las hogueras, los deseos y las hierbas de todo tipo. Cada uno elige su manera de volverse estupefaciente. El San Xoán me trae grandes recuerdos, pero la verdad es que siempre me mató ese olor a humo que te queda en el ropa y en el pelo, esa sensación de jet lag de pasar una noche sin dormir (aunque sea la más corta), sin saber muy bien por qué. O, simplemente, por seguir al rebaño, por aplicar a tu vida aquello de a dónde va Vicente, va la gente. Este año se da la extraña coincidencia de que en Coruña se puede optar por Alejandro Sanz. Cierto es que los horarios son muy compatibles. El concierto comienza pronto y da tiempo de sobra de disfrutar del pop meloso de Sanz para luego acudir con el punto justo al desbarre en los arenales.
Pero este San Xoán, que se celebra otra vez a lo bestia tras dos años de pandemia, tiene algo de salida de toriles, de estampida que da miedo. Si ya nunca me gustó ese aroma a lareira gigante que deja (no dejen ropa colgada a secar en los tendales, aunque los tengan cubiertos, el humo también se queda en esas prendas recién lavadas), este San Xoán con débil amenaza de lluvia aún por concretarse no me pone nada. Reconozco que es una fiesta muy popular, muy querida, que las sardinas en su punto son un manjar (si son un manjar, ¿por qué cada vez hay menos sardinas y más churrasco?), pero va a ser mucho mejor quedarse afónico, ronco, con un aforo repleto cantando con Sanz y luego salir de puntillas e irse para casa rápido, sin mezclarse con el abarrote que habrá en la arena. Los deseos no se cumplen por saltar hogueras. Los deseos se cumplen si ponemos empeño, dedicación, preparación y cariño en que se cumplan. Lo demás son leyendas.
Ojo, entiendo al que no soporta a Alejandro Sanz y me contesta que él lo que no hará ni loco es escuchar al cantante. Y menos si se queda sin rebozarse en la arena, sin humedecer su garganta y sin disfrutar siendo una hormiga entre un millón. En cuestiones de fiesta, hay que ser respetuoso. Alejandro despierta amor y odios, desde siempre. Los que no soportamos el humo del desfase sanjuanero lo llevamos más en silencio. El San Xoán tiene un consenso de multitud, aplastante. Pero yo me refugiaré en el Coliseum con la música de hojaldre de Sanz.