Ni el impuesto a las compañías energéticas ni a los bancos ni a las grandes fortunas. No les gustan lógicamente a los que tendrán que pagarlos, pero tampoco al PP. Siempre les encuentran alguna pega. Que si, al final, lo repercutirán en los ciudadanos, en los dos primeros casos; que si se recaudará muy poco dinero; que si perjudicarán a la creación de empleo y la inversión. Sin embargo, les parece bien que se sigan forrando (estos sí que se forran) durante una crisis que golpea brutalmente a los españoles, sobre todo a los más vulnerables. Para la derecha, la solución a todos los problemas es bajar impuestos, bajar impuestos y bajar impuestos. (Eso mismo exigía Rajoy en la oposición y luego los subió todos). O eliminarlos, como el del patrimonio en Madrid, Andalucía o Murcia, que son precisamente las comunidades con menor inversión en sanidad y educación. Porque reducirlos o suprimirlos siempre queda bien y suele dar votos. Pero, al mismo tiempo, reclaman al Gobierno central que les dé más dinero para financiarse. Si no lo hace, la culpa del inevitable deterioro de los servicios públicos que conlleva la reducción impositiva será suya. La jugada perfecta: lo que dejo de recaudar se lo pido a papá Estado. ¡Vivan las rebajas fiscales, pero que las paguen otros! No me parece razonable que aquellas comunidades que piden dinero a los demás para llegar a fin de mes bajen su recaudación, porque al final esos impuestos los pagan los ciudadanos de otras autonomías que no tienen ninguna responsabilidad. Esta frase no es mía, sino de Feijoo, en el 2017. Nótese que al tiempo que Moreno Bonilla anunciaba la supresión del impuesto del patrimonio, Bendodo pedía al Gobierno más fondos para Andalucía.