Desde hace más de una década se viene planteando la necesidad de la vacunación antigripal en los niños por varias razones. Aunque la pandemia de gripe A del 2009 no acabó impactando tanto en la población mundial como el covid, la experiencia que se adquirió sirvió para tener en cuenta una serie de aspectos epidemiológicos sobre prevención y tratamiento de enfermedades víricas respiratorias. Por ejemplo, antes de la pandemia de gripe A, la vacunación antigripal de las embarazadas era minoritaria; a partir de ahí, se inició la recomendación porque se evidenció claramente, por el número de casos de mujeres infectadas, que las embarazadas corrían más riesgo de sufrir complicaciones, sobre todo en la segunda mitad del embarazo, con un aumento del riesgo de neumonía. Pero también para el bebé, con más probabilidades de ser prematuro, de tener bajo peso al nacer, o incluso de muerte intrauterina. Por estos motivos, se recomienda la vacuna de la gripe A a todas las embarazadas, en cualquier trimestre durante la campaña de inyecciones. Además, es una vacuna muy segura.
Y si parece que en los niños la gripe no es una enfermedad grave, ¿por qué nos planteamos su inmunización? Aunque se trata de una infección muy frecuente en edad infantil, muchas veces queda infradiagnosticada bajo la etiqueta de posible virasis, ya que sus síntomas se pueden asemejar a los de otros virus respiratorios. Pero la gripe causa un grandísimo impacto médico social por las visitas al médico que genera, por el absentismo escolar y el laboral en los familiares, y, esto es muy importante, por el consumo de fármacos, como antibióticos, antitérmicos y otras medicaciones usadas para paliar los síntomas respiratorios.
Además, no hay que olvidar que los niños menores de dos años constituyen un grupo de riesgo porque la morbimortalidad, es decir, la posibilidad de complicaciones graves para la salud tras la infección de gripe, es mas frecuente. Hay que tener en cuenta que los pequeños sanos son la principal fuente de difusión de la gripe en la familia, ya que eliminan una mayor carga viral y durante más tiempo que los adultos, y en esto es muy clara la evidencia.
La vacunación infantil frente a la gripe ha demostrado ser una medida altamente eficaz para disminuir la morbimortalidad en el resto de la población, incluyendo a adultos y a enfermos vulnerables. Hay la creencia general de que la gripe es una enfermedad muy benigna, pero hay que saber que los niños que acaban hospitalizados son, en general, pequeños sanos y sin factores de riesgo (dos de cada tres). Además, en contra de lo que se piensa, la tasa de niños que son hospitalizados por gripe grave superan año tras año a la de los mayores de 65 años, colectivo que desde hace tiempo se incluye de forma sistemática en la campaña de vacunación antigripal anual.
En septiembre pasado, una niña de Tudela de 11 años, que estaba sana, cogió la gripe y por una gravísima complicación respiratoria tuvo que ser trasladada a la uci pediátrica del Vall d’Hebron, en Barcelona, para ser sometida a un tratamiento complejo de oxigenación externa (ECMO). Gracias a ello se pudo recuperar. Es un ejemplo de la gravedad que puede presentar.
Por todo ello hay que concluir que vacunando al niño se le protege individualmente frente a la gripe y sus complicaciones y también a su entorno familiar, escolar y amistades.
Además de las dosis inyectables que el Sergas ha puesto a disposición de los centros de vacunación, volvemos a disponer en las farmacias de la vacuna intranasal, que se puede suministrar entre los 2 y los 17 años, y que puede ser una alternativa para los niños que no llevan bien los pinchazos. Es un tratamiento de alta eficacia y seguridad, que se usa en otros países desde hace tiempo, como en Estados Unidos.
El otoño va a traer las patologías respiratorias de siempre: con el covid, que sigue ahí, y con la gripe que nunca se ha ido. Hay que concienciarse de que la prevención es la mejor herramienta para la salud propia y colectiva.