Aquel día, el 15 de febrero del 2003, estaba en Roma y acudí a la manifestación del «No a la guerra» contra la invasión de Irak por los EE.UU. La marcha fue la mayor que se recuerda en Italia. Los organizadores, con un entusiasmo cercano a la exageración, cifraron en tres millones los asistentes. Sin duda ha sido una hipérbole que no empaña la numerosa asistencia de lo que ha sido el mayor rechazo cívico a la decisión de Bush, Blair y Aznar —fiel escudero, de invadir Irak,— justificando una de las mas grandes falacias de la historia reciente. Aquel día se celebraron en 800 ciudades de todo el mundo marchas multitudinarias. Especialmente importantes fueron las que tuvieron lugar en Europa, con Paris , Berlín y Londres. Madrid no se quedó atrás y su Ayuntamiento cifró en 650.000 el numero de participantes al grito de «No a la guerra».
El 24 de febrero de este año, Rusia invadió Ucrania, y aquel grito de hace 19 años, que movilizó a intelectuales, artistas, actores, científicos, a la izquierda democrática de la vieja Europa secundada por la sociedad civil, y organizaciones pacifistas, sindicales, verdes, y feministas, prácticamente ha sido silenciado. Los silencios del «No a la guerra», son clamorosos pese a las tímidas manifestaciones del pasado 7 de marzo que no lograron reunir a la ciudadanía convocada. Zúrich fue la capital europea que congregó a más manifestantes. 30.000 fueron los asistentes a la convocatoria en dos docenas de ciudades del viejo continente. Aquel espíritu de reivindicar la paz no ha vuelto a producirse.
Han pasado casi ocho meses desde la invasión de Ucrania, una suerte de guerra civil entre dos países con un sólido pasado común. Ucrania es independiente de la Unión Soviética desde el 1 de diciembre de 1991; hasta entonces era un solo país. Ahora el «No a la guerra» es un no a Putin, y la paz queda en segundo lugar. Urge una tregua que sea el prólogo de una paz duradera, que aleje los fantasmas nucleares. Por ahora entre ciberataques, falsas banderas, niebla informativa inundando las redes de Telegram y Twitter, no vemos el final. Mientras, los muertos se siguen contando por decenas de miles. Ucranianos y rusos. No a la guerra.