Los frugívoros solo comen frutas. Los más estrictos solo comen frutas maduras caídas de los árboles. Quienes piensan que Feijoo es frugívoro, que se va a quedar esperando a que Sánchez caiga de maduro, debieran consultar tanto el manual de resistencia del ínclito como el dietario de la derecha española. Esta derecha no es vegetariana, sino omnívora; incluso con tendencia más bien carnívora. Se trata de una derecha que consume de todo, aunque dice preferir los productos naturales a los transgénicos y los nacionales a los transnacionales.
En la derecha española contra gustos no hay nada escrito, hay discrepancias internas, pero en un banquete público todos piden el mismo menú. Por el contrario, en el centro surgen flexiterianos, que, según las circunstancias, comen más vegetales, más carne o más pescado. En la izquierda progre aumentan los ovo-lacto-vegetarianos, api-vegetarianos (vegetales-miel), crudívoros (vegetales crudos-tibios), eubióticos (proteínas-carbohidratos por separado) y granivorianos (granos-semillas), que buscan hueco en la política haciendo valer sus etiquetas identitario-alimentarias.
Así las cosas, del comer, Feijoo actúa a su manera con las cosas del poder. Entrado el otoño, Feijoo dio a entender que estaba casi cerrado un acuerdo para renovar el Poder Judicial, pero las derechas madrileña y mediática le hicieron ver que había que dejarse de frugalidades y volver a morder.
Parecía que Feijoo iba a sentarse al pie del árbol y dejar que cayesen las frutas de los Presupuestos, los precios, los impuestos, las sediciones, las malversaciones o las leyes novedosas (trans, protección animal), pero cambió de postura para bloquear aún más el Poder Judicial y bloquear más que nunca el poder legislativo. La derecha exige que su líder sea omnívoro, que coma de todo; omnímodo, que lo abarque todo; y omnipotente, que lo pueda todo. Por lo menos, ya se sabe que Feijoo no es frugívoro.