«Arabia Saudí seguro que tiene cosas que mejorar, como nosotros en España tenemos doscientas cosas que mejorar y debemos mirarnos más a nosotros que al resto». Son palabras recientes de Xavi Hernández, a raíz de la Supercopa de España de fútbol que se ha disputado en el país árabe. Sus desafortunadas declaraciones no son más que la continuación de otras hechas en el 2019, cuando jugaba al fútbol en Catar: «No vivo en un país democrático, pero creo que el sistema de aquí funciona mejor que el de allí. Tendré que votar, claro. Quiero lo mejor para mi futuro y el de mis hijos. Y, lamentablemente, veo que España no funciona de la mejor manera». No es de extrañar que un periodista de peso en España, como Paco González, de la Cope, saliera al paso de sus manifestaciones y le colgara un atinado mote que su reciente comentario en la Supercopa demuestra que sigue vigente: lamejeques.
Porque esto es lo que ha demostrado ser el hoy entrenador del Barcelona, capaz de comparar las dictaduras del Golfo con España solo porque él ha sido regado de millones de una forma obscena por una satrapía que, a falta de valores que poder exportar, distribuye dinero alrededor del planeta para conseguir el blanqueo de deportistas peseteros que valoran más el peso de la plata que la conciencia social.
Xavi tiene tanto derecho a ser un lamejeques como nosotros a espetárselo a la cara. Lo que produce hartazgo es su costumbre —podríamos unirlo a Guardiola y Piqué— de ofender a España e intentar hacer ver que aquí vivimos en una república bananera en la que se pisotean las libertades, no hay leyes dignas de aplicación al pueblo catalán y, en definitiva, que estamos a la altura de países en los que están ejecutando a personas solo por oponerse al régimen gobernante.
Es terrible que individuos como Xavi, un lobo con piel de cordero, nos den lecciones morales. Que se centre en el fútbol y que se siga forrando con dinero árabe, español y catalán. Pero, por favor, que lo haga con la boca cerrada. Así, igual pensamos que no es un indecente.