Shakira había cantado en el pasado su amor por Piqué. Ahora canta su desamor. En ambos casos, elevó lo privado a lo público. E hizo caja. Aunque parece que, al menos comercialmente, es más rentable el odio que el amor.
Podríamos pensar que Shakira se reivindica frente a la traición y al abandono de aquel a quién amó. Al menos públicamente, no expresa nostalgia, tampoco melancolía, y mucho menos se identifica al objeto caído y desvalorizado. Por el contrario, se pone en valor: «Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan».
Pero lo más llamativo es que su reivindicación como mujer la sostiene entrando de lleno en la lógica fálica: vale más porque tiene más. Es desde esa posición que rivaliza con la mujer que suscitó el deseo de Gerard Piqué. Shakira no puede admitir que la falta puede suscitar el deseo. De hecho es un clásico la atracción erótica del poderoso por «la mujer pobre».
En su confusión entre valor de deseo y valor de mercado, aparece la comparación de los Rolex con los Casio, o de los Ferrari con los Twingo. Utiliza esta comparación cutre para atacar a la mujer con la que en realidad se mide y desvalorizar así la elección del hombre que traicionó su amor.
Y este «pobre hombre», lejos de quedar callado o reivindicar su deseo, reacciona en espejo entrando en la competición para estimar el valor de coches y relojes. No responde, por ejemplo, «amar no tiene precio», aunque hable de que su reloj barato será para toda la vida. Tampoco responde (no todo el mundo ha leído a Lacan): «amar es dar lo que no se tiene».
En este torbellino de rivalidad por ver quien factura más no es posible saber a quien le acabara pasando más factura esta historia. Aunque, probablemente, será a los hijos que tienen en común. Inevitablemente tendrán que acusar las consecuencias del alcance mediático que ha alcanzado el duelo narcisista entre sus padres. Pero eso no parece detener a quienes más debía importarles: lo más valioso es relegado con frecuencia cuando el amor decepcionado vira hacia el odio. Esto además está favorecido por el estilo de la época en la que lo íntimo ya no es equivalente a lo privado y el velo del pudor ha pasado a mejor vida. Ya no existe límite a lo que se puede comprar y vender. Por eso la intimidad ha pasado a ser un objeto de consumo. Shakira y Piqué han demostrado un gran talento en sus ámbitos profesionales. Vendían su arte. Ahora la mercancía son ellos mismos.