Lecciones del ascenso de Hitler

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

YULIA MOROZOVA | REUTERS

30 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy hace 90 años, Hitler fue designado canciller de Alemania por el presidente Hindenburg. En julio de 1932, el partido nazi se había convertido en la principal fuerza política con 13,7 millones de votos (37,27 %); en noviembre volvió a ganar, pero perdió dos millones. «Es una monstruosa ironía histórica que llegara al poder en el momento en que la popularidad del partido estaba en retroceso, su organización callejera se había rebelado y sus arcas estaban vacías», escribe Thomas Childers en El Tercer Reich. Una historia de la Alemania nazi. «Nada era inevitable ese día, ni siquiera el ascenso de Hitler al poder. No fue votado para el cargo, no fue arrastrado al poder en una oleada de apoyo público», añade. Pero lo logró gracias a una «intriga política entre bastidores» —según Richard J. Evans—, una conspiración urdida por el derechista Von Papen. Creían que podrían domesticar a la bestia. Craso error. El autor de La llegada del Tercer Reich destaca como factor clave para que se convirtiera en canciller «los efectos de la gran Depresión, que radicalizó al electorado». Pero añade uno muy inquietante: «La coincidencia esencial de la ideología nazi con la de los conservadores e, incluso, en un grado considerable, con los liberales». El futuro Führer ya había intentado un golpe de Estado, escrito sus locuras antisemitas en Mein Kampf y dejado claro que su objetivo era implantar una dictadura. Es sabido lo que vino después. Goebbels se burlaba de cómo la democracia había dado a sus «enemigos mortales los medios por los que fue destruida». Hay que aprender las lecciones de la historia y, mutatis mutandis (porque la historia nunca se repite exactamente), aplicarlas al auge actual de la ultraderecha y el autoritarismo.