La enfermedad de alzhéimer y la estimulación de los sentidos

Javier Cudeiro Mazaira CATEDRÁTICO DE FISIOLOGÍA DE LA UDC. PROFESOR VISITANTE EN LA UNIVERSIDAD DE SIENA (ITALIA)

OPINIÓN

Santi M. Amil

03 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace algún tiempo que el ruido se ha puesto de moda. No solo el de la calle, las cafeterías y los lugares públicos, que parece haber llegado al punto en que uno quiera hacerse náufrago o renunciar al género humano. Me refiero a escuchar brown noise. Es un horrible anglicismo, pero casi mejor que decir ruido marrón o ruido caca. No importa, se trata de un sonido continuo, mezcla de frecuencias, muy repetitivo, bajo y somnoliento. Es decir, imita el ruido ambiente natural, como el sonido del viento o el fluir del agua de un río. Está de moda porque muchas personas lo encuentran relajante y lo utilizan como ayuda para dormir o concentrarse. La teoría es simple, se bloquean los sonidos molestos del ambiente, se permite una privacidad interior y se incrementa la atención. Podría ser una buena idea que redunda en algo conocido; un estímulo sensorial produce un cambio positivo en el que lo recibe. Hace ya unos años hemos visto que eso era así para el Parkinson, y que a nuestros pacientes la estimulación sonora les ayudaba a caminar sin bloqueos. Pero todo puede mejorar, y mucho. En este caso se trata de utilizar un sonido con una frecuencia muy característica, vibra 40 veces por segundo (40 Hz) y ha demostrado producir unos efectos extraordinarios.

Un grupo de científicos, liderados por la profesora Li-Hue Tsai, del MIT, en Boston, ha comprobado en un modelo de ratón que reproduce las características de alzhéimer que las alteraciones típicas del cerebro —las famosas placas— desaparecen tras someter a los ratones a un concierto de sonido a 40 Hz. Lo fantástico de esta historia es que los efectos limpiadores del sonido ocurren relativamente rápido, una semana, y que la desaparición de las placas se correlaciona con una mejoría clínica de los animales. Anteriormente ya habían obtenido resultados similares con estimulación visual; una luz parpadeando a la misma frecuencia mejoraba —y mucho— a los ratones con manifestaciones tipo alzhéimer. Ante ese tipo de estimulación, el cerebro se engancha a la misma frecuencia y millones de neuronas comienzan a oscilar, a bailar, al mismo ritmo. Esa actividad coordinada es la que, de alguna manera todavía no bien conocida, produce los beneficios.

La continuación lógica era combinar ambos estímulos y así se hizo. Las cosas mejoraron hasta tal punto que condujeron a la realización de un ensayo en humanos y hace poco se han publicado los resultados preliminares. Los pacientes con alzhéimer después de tres meses de estimulación mixta mejoraron en múltiples aspectos, incluyendo pruebas de memoria, actividad diaria e incluso medidas radiológicas de atrofia cerebral. Por el momento se trata de una muestra pequeña y de un estadio de alzhéimer inicial, pero abre unas expectativas inesperadas por lo inocuo, simple y barato del procedimiento. Al mismo tiempo ha suscitado, y suscita, la incredulidad —incluso la burla— de muchos próceres de la comunidad científica, quienes consideran este procedimiento, en palabras llanas, una majadería pseudocientífica. Tiene gracia cómo es el ser humano, siempre denostando lo que no conoce o no le interesa. Me pregunto si habrá beneficios espurios detrás. Entre los autores que han traído estos resultados hasta aquí se encuentran varias mentes neurocientíficas de lo más brillante que he conocido, alguno buen amigo. Les aseguro que es ciencia fantástica y sin dobleces, pero todavía necesita recorrido. Cuando Copérnico y después Galileo se atrevieron a decir que el centro de nuestro universo no era la Tierra, las tempestades de los sabios se alzaron en su contra y se predijo el apocalipsis científico. Mal que les pese, la Tierra sigue girando alrededor del Sol y nosotros seguimos aquí.