Pues no será la economía
OPINIÓN
Lo malo de haber lanzado tan pronto el cara a cara entre Sánchez y Feijoo es que, una vez sabido que Feijoo no va a noquear a Sánchez con la mirada, y que los dos ya se conocen y se preparan para encajar los golpes que le dispensa el contrario, empieza a resultar aburrido y casi orientado únicamente a la búsqueda del detalle, casi nunca improvisado.
Feijoo ya había abandonado la estrategia de los cara a cara en el Senado, ya le habían dicho que ahí no había ganado un solo asalto, y tampoco encontraba en los espacios de las políticas públicas concretas el modo de atacar a Sánchez sin mostrar sus contradicciones con Europa. Por eso, esta vez fue Sánchez el que fue a buscarlo, y lo hizo desde los temas propios de la derecha, la economía. Sánchez buscó esta vez a Feijoo para competirle por su propio público, por el centro, pero jugó a centro y a izquierda al mismo tiempo.
España va mal, claro; pero no tanto como con ustedes, le espetó Sánchez; y los indicadores macroeconómicos del año se asemejan más a los que nosotros preveíamos que a las siete plagas que ustedes pronosticaban, insistió. Y Feijoo buscó refugio en la ley del «solo sí es sí», que ahora goza del fervor de los populares, que nunca se opusieron a ella por el enjundioso contenido de la ley sino porque iba a abaratar las penas de los agresores sexuales, y están preocupados por el «paso atrás del feminismo».
Ahí Sánchez dejó ver su flanco más débil, sabe que han reaccionado tarde, que nadie de su parroquia entiende la tozudez de las moradas, y su compromiso de corregir la ley sonó más a necesidad que a convencimiento, sonó más a señalar quién manda en el Gobierno que a verdadero efecto corrector, que ya poco le quedará.
Pero este intercambio de roles, Sánchez a la economía, Feijoo al «solo sí es sí», sirvió para mostrar que en política la estrategia se escribe mientras se camina, y que el PP empieza a verse incapaz de combatir la línea económica del Gobierno. Ni siquiera Feijoo se ha atrevido a enfrentarse a esta nueva subida del salario mínimo, a pesar de la ausencia de los empresarios en el acuerdo, muestra clara de que no quiere usar tiempo del debate en un tema en el que se siente perdido. Porque de eso va la táctica en los debates, de ocupar la mayor parte del tiempo posible en aquellos temas en los que los ciudadanos te ven más fuerte.
Pero una campaña tan larga sin poder entrar de lleno en la economía es demasiado para un partido de centro derecha, y mucho más con los errores de pronóstico que atesora el PP en el último año, desde el impacto del tope al gas hasta los efectos de la crisis sobre los empleos, o las previsiones de la inflación o los precios de los carburantes.
Sánchez apareció mitinero, exhibicionista, tratando de descapitalizar al expresidente de la Xunta; Feijoo contraatacó acusándolo; y mientras tanto el resto del Senado fue cada uno a lo suyo, unos a señalar que el procés vive, otros a volver la vista a Argelia, y los que están más allá que acá, Junts, a vueltas con la persecución política. Sánchez quería hablar de economía y los demás, cada uno de lo suyo; pues no será la economía, a pesar de la crisis.