El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, como le corresponde por su responsabilidad, acaba de dar ejemplo a los casi tres millones y medio de autónomos que sobreviven, cierto que malamente, pero sobreviven en este país. Y les ha marcado el camino a seguir para abandonar la incertidumbre, las penurias y las preocupaciones de si serán capaces de llegar a fin de mes con cierta dignidad.
El presidente de la patronal española, modifica su relación contractual al dejar de cobrar y cotizar como autónomo para hacerlo como alto directivo. Con un sueldo de 380.000 euros al año. Unos 31.000 mensuales. Se desconoce si en la cifra se incluyen complementos y retribuciones de los consejos a los que pertenece. Aunque la cantidad tampoco está muy alejada de lo que venía percibiendo, porque el incremento del 8,5 % es similar al aplicado al resto de la plantilla de la entidad que, como sabemos, monta unas batallas imposibles por el aumento del salario mínimo y de los convenios.
Por principio, hay que celebrar los éxitos laborales y económicos de los demás. Y así lo hacemos también en este caso. Porque valoramos la mejora por el difícil cometido del presidente empresarial. Soportar los envites de Yolanda Díaz, entregar premios, dar conferencias y mucho viaje, mucho cóctel y mucha comida. Aunque en ocasiones se pueda permitir quedarse en casa, como acaba de hacer con el viaje del Gobierno a Marruecos.
La CEOE, con sus correspondientes confederaciones territoriales y sectoriales, de la que su presidente gusta decir que es una organización privada, vive como casi todo en este país del dinero público. Gran parte de lo ingresado llega de la caja común del Estado y las comunidades autónomas, casi siempre a través de cursos de formación. Pedro Sánchez, con una generosidad exagerada, incrementó las subvenciones públicas de 2,5 millones de euros a más de 15 millones. Dicen las malas lenguas que para rebajar la oposición de la patronal a la reciente reforma laboral.
El nuevo salario de Garamendi supone un torrente de buenas noticias. No solo marca el camino que han de seguir los autónomos, sino también el de los empresarios. Pone fin a una situación considerada anómala e irregular, según dicen, porque no cotizó lo debido a la Seguridad Social. Traslada una imagen de prosperidad de la economía española, pese a que él es de los que la desacreditan. Y lo más importante, ya puede Garamendi acabar de pagar el pisito, que tanto esfuerzo le vino costando.
Uno de los medios conservadores y pro-CEOE no ha tenido más remedio que decir que con esta decisión, Garamendi le hace un flaco favor a las empresas españolas y que pierde autoridad moral. Entiende, pues, que la tuvo en algún momento.