«La médica determinó que, puesto que no me quejaba en ese momento, carecía de sentido operarme»
OPINIÓN
Sanidade, ¿una entelequia?
Soy un paciente de próstata, como muchos hombres, hasta ahí, nada relevante. Debido a la agudeza de mi dolencia, durante meses no pisé la calle, también mi vida social se opacó hasta desaparecer. ¿Motivo? La esclavitud de visitar al «señor Roca» cada 10 minutos para un «patético encuentro», que en los peores momentos desembocó en noches enteras sin dormir.
Expuesto el tema al urólogo, determinó la necesidad de la cirugía pertinente, que anotó como «inmediata». Nueve meses más tarde recibí una llamada del Sergas solicitándome mi permiso para una consulta preoperatoria en una clínica ubicada en A Coruña.
Al cabo de dos semanas fui citado para lo que resultó ser una hilarante consulta. Sin mirarme, anotando obviamente datos pertenecientes a la consulta anterior, la profesional me preguntó por mi estado actual y, sinceramente, contesté que la medicación, aunque tardó en ser efectiva, actualmente me permitía una vida más normal.
Determinó taxativamente que, puesto que no me quejaba en ese momento, «carecía de sentido» intervenirme, lo que se reservaba para un posterior momento en el que volviese a sufrir una esclavitud como la anteriormente descrita. Le pregunté —suponiendo de antemano la respuesta— si la próstata desaparecería o se reduciría debido a la continuidad en la toma de la medicación prescrita. La respuesta, obviamente, fue un sonoro ¡no! ¿Entonces?, pregunté ingenuamente. Fue entonces cuando aprecié el brillo de sus ojos. ¡No va más!, que dicen en los casinos. Toca repetir el ciclo y volver a pasar por el mismo calvario. Aún no alcanzo a comprenderlo. José Manuel Rodríguez Zapatero. Sada.
Certificado digital
Qué triste resulta que si estás al margen de la tecnología, cómo en el caso de los mayores, no puedas ni contactar con las administraciones. En concreto, mi queja se dirige al INSS, donde antes de la pandemia te podías acercar por la oficina o pedir una cita, pero resulta que ahora no, todo es vía telemática; claro, es del todo comprensible que una persona de 88 años que se ha quedado viuda, para arreglar su pensión o pedir una cita tenga que disponer de un certificado digital, y si no este esperpéntico organismo te redirige a infinidad de teléfonos en los que no coge nadie.
Vergonzoso que el ministro mande una carta a mi abuela felicitándole porque su pensión de viudedad ha subido un 8,5 % para acto seguido comunicarle que su retención también, con lo cual cobra menos que el año pasado. Pero más sangrante es ver que el porcentaje está mal aplicado, pero no se dispone de certificado digital para presentar una reclamación. Loida Muñoz Campos.
Cómo participar
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