Ni quito ni pongo rey y no tengo señor a quien ayudar. Reinterpreto de este modo la celebre frase atribuida a Bertrand de Duglesclin, pronunciada durante una mediación entre un conflicto dinástico acontecido en el año 1369. La expresión es uno de los símbolos dialécticos de neutralidad.
Encabeza este articulo en donde se da cuenta de los inmediatos comicios municipales que se celebrarán el domingo 28, y me lo ha sugerido el ver una fotografía que retrata a un candidato a la alcaldía de un pueblo sujetando, colgando de una farola, una foto de él mismo a través de la que pedía el voto a sus paisanos.
Y pensé en los 8.131 municipios españoles que verán ratificado o cambiado el sillón del primer edil municipal, a partir de las próximas elecciones.
Elegirán a 67.515 concejales de entre los miles de aspirantes al cargo en un país en el que es menester replantear el papel de los concejos, muchos de ellos incapaces de soportar presupuestos inviables. La deuda municipal ascendía el pasado año a 17.324 millones de euros. Mucha de ella de complicada y muy difícil refinanciación.
Y mientras crece como una mancha de aceite la España vaciada, y el país se va despoblando lentamente, los ayuntamientos de la España menguante se mantienen impasibles. Muchos de ellos viviendo financieramente del aguinaldo generoso de las 41 diputaciones provinciales que afortunadamente existen. En los municipios de más de diez mil habitantes debería exigirse una cierta práctica de municipalismo, de gestión previa, entre los candidatos a portar el bastón de mando, que impidiera proponer ocurrencias frente a las ideas plasmadas en un programa de mínimos probables. He visto como algunos aspirantes ofrecen a los electores autovías locales, puentes y pasarelas y todo tipo de utopías descabelladas. Los alcaldes deberían haber sido previamente concejales conocedores del difícil ejercicio de manejar un ayuntamiento, porque está claro que cada vez más o falar non ten cancelas. ¡Y ay de aquel concello que no sea del mismo color político que el de su comunidad autónoma! Sufrirá castigos y exclusiones presupuestarias por «non ser dos nosos». No quito ni pongo, o quizás si. Ya veremos.