Con el poder que le otorga el artículo 115 de la Constitución, el presidente del Gobierno puede disolver a su gusto las cámaras y convocar elecciones a su antojo, bien por interés general, porque toca o por oportunismo. Nada que objetar. Otra cosa es que Pedro Sánchez, leídas varias crónicas más o menos acertadas, se saltara una parte del procedimiento, esa que dice que el presidente del Gobierno ha de llamar a las urnas «previa deliberación del Consejo de Ministros». No parece que fuera el caso; esto lo decidió un señor por su cuenta y riesgo, y los ministros se enteraron después.
Sucede además que la cita para esas elecciones es un 23 de julio. No parece un fecha muy al gusto de nadie, y viendo las exclamaciones de unos muchos, da la sensación de que ese día le fuera a cortar las vacaciones a todo el país. Sospechoso que sea así.
Sigamos con lo de la fecha. A esos que con tanta insistencia reclamaban votar yayaya parece que ahora tampoco les vale, aunque tengan el viento a favor. Y los que prometían y cacareaban el argumentario de que se agotaría la legislatura pasara lo que pasara porque «este Gobierno es sólido», se han movido sin rubor a la posición contraria.
Puro ruido en ambos bandos. Porque sucede que no es la primera vez que se ponen las urnas en pleno estío. Que Galicia y el País Vasco ya lo hicieron en el 2020. Y que las pocas voces que se levantaron entonces en la oposición se apagaron en cuestión de minutos. Debates estériles.
Aquel 2020 se venía de una suspensión anterior de los comicios; iban a ser el 5 de abril, pero medio planeta estaba confinado. Hubo que buscar una alternativa, pactada con expertos sanitarios y entre Feijoo y Urkullu. Y se llegó al 12 de julio con 36 grados en Ourense, 32 en Lalín y 22 de A Mariña, por poner solo tres referencias. Hubo un 80 % más de voto por correo. La participación bajó unos puntos, se quedó en el 58 %, frente al 63 % de las elecciones precedentes (en ambos casos, sin contar el voto exterior, que todo lo distorsiona). Se llegó además con un foco de covid en A Mariña, por el que incluso cargos del BNG y PSOE pidieron suspender los comicios. Por tener el retrato completo: unas semanas antes se había votado en Francia, en unas municipales, y la participación se quedó en el 40 %. No era votar en verano: era votar en medio del covid. Y dicho todo esto, no pasó nada, porque nada tenía que pasar. Así que aparquen el debate de la fecha, y centremos lo esencial, que no hay unas elecciones generales todos los días (aunque lo parezca).